La infanta Cristina cumple 56 años. Se desconoce cómo y con quién lo celebrará, probablemente con su familia más cercana, en la intimidad y lejos del Madrid que la vio nacer. La segunda hija de los reyes Juan Carlos y Sofía se ha convertido en una especie de infanta autoexiliada, como su padre al ser confirmada como visita non grata en el palacio de la Zarzuela de Felipe VI, el hermano que la despojó de su título de duquesa de Palma por el caso Nóos, que acabó con su marido, Iñaki Urdangarín en prisión.
Pero la noticia más reciente sobre Cristina de Borbón y Grecia no estaba en los juzgados sino en las casas de subastas: Sotheby’s vendió hace poco un aderezo idéntico a uno que la infanta lució en varios festejos reales.Se trata de conjunto formado por pendientes, collar y pulsera de diamantes y rubíes con el que la Borbón se adornó en las cenas previas a las nupcias de Joaquín y Federico de Dinamarca, ambos hijos de la reina Margarita, por lo que podría tratarse de un regalo de boda de la soberana danesa a la royal española.
Con motivo de su aniversario, recordamos algunas de las joyas que ha lucido la hermana del monarca, empezando por un broche que le legó su abuela paterna, la condesa de Barcelona.
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El prendedor está formado por un extraño óvalo de brillantes en el que destacan un diamante más grande en la parte central superior y una esmeralda cuadrada en la inferior. De este elemento principal cuelgan tres esmeraldas. Las dos laterales tienen forma de lágrima y la intermedia, que sobresale al estar rodeada de gemas, es rectangular. El origen de esta alhaja es incierto aunque como apunta en Instagram la cuenta @spanishroyaljewels, podría ser la consecuencia de aligerar la parte colgante de un alfiler mucho más aparatoso que perteneció originalmente a la reina Amelia de Portugal, tía de María de las Mercedes de Borbón y Orleans. Las piedras, morfológicamente, encajan a la perfección.
La madre de don Juan Carlos era poco amante del ceremonial y siempre mostró cierto desinterés por los joyeros y los roperos. Prefería las cacerías a las fiestas de gala, disfrutar de la vida privada más que de la pública, aunque se sacrificó cuanto fue necesario por el que era el único objeto de su marido: ocupar el trono en una España sin hueco para la figura de un rey. La suegra de la condesa de Barcelona, la reina Ena de Battenberg, destacó en una carta enviada a su prima Bee (Beatriz de Sajonia) en la que resumía la boda de los monarcas eméritos lo siguiente: “Todo el mundo iba bien vestido excepto María, mi hija política. Su traje azul era fuerte y hacía que pareciese… Está enormemente gruesa de nuevo y casi siempre en las viñas del Señor y temo que la mayoría se dé cuenta de ello”.
El broche que hoy nos ocupa no fue uno de los favoritos de la que el rey Alfonso XIII apodó como María La Brava, que casi siempre eligió cubrirse con el lote de joyas que recibió como regalo de bodas del citado monarca, su suegro y tío de sus hermanos de padre. La mayoría pertenecieron a la reina regente María Cristina de Habsburgo Lorena o de Austria, abuela del novio, don Juan de Borbón y Battenberg. La abuela de la infanta Cristina utilizó, por ejemplo, el adorno de esmeraldas sobre el pecho en un encuentro con excursionistas españoles celebrado en Estoril con motivo de la puesta de largo de su primogénita, la infanta Pilar, en 1954 y en alguna cena importante durante el reinado de su hijo emprendido en 1975.
Del núcleo de este alfiler se pueden separar las esmeraldas suspendidas en forma de gota y vestirse de forma independiente como pendientes. La condesa de Barcelona prendía estas gemas de unos zarcillos largos de diamantes que hoy forman parte del cofre de su hija, la infanta Margarita. La ex duquesa de Palma lució las piedras colgando de unas florecitas de brillantes en la boda de Federico y Mary de Dinamarca en mayo de 2004 y la infanta Elena, a la que se las prestó su hermana, bajo unas nimias dormilonas de brillantes en el concierto previo al enlace de Victoria y Daniel de Suecia en 2010.
Cristina de Borbón ha utilizado este alfiler varias veces sobre una chaqueta verde de Jesús del Pozo en cenas celebradas en el Palacio Real de Madrid y como gargantilla, prendido de una cinta y también vestida por el desaparecido diseñador madrileño, en el ágape anterior a la boda de los entonces príncipes de Asturias celebrado en el palacio de El Pardo el 21 de mayo de 2004.
Para contraer matrimonio en la catedral gótica de Barcelona en 1997, Cristina eligió la diadema floral de brillantes, aquella que el dictador Francisco Franco regaló en 1962 a doña Sofía cuando se casó con Juan Carlos I en nombre del pueblo español, y los pendientes de diamantes gruesos con brillantes alrededor de la reina Victoria Eugenia que hoy luce la reina Letizia en las ceremonias importantes. Joyas familiares, pero ninguna propia. La noche anterior, en la merienda de recepción a las casas reales que acudieron a su enlace, tampoco lució el broche de su abuela, por lo que es complicado saber si fue un regalo de boda o si María de las Mercedes se lo dejó en herencia a su muerte en enero del año 2000.
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