Más Madrid, el partido nacido de la breve sintonía entre Íñigo Errejón y Manuela Carmena, eligió hoy para cerrar su campaña la Cuesta de Moyano, un icono de la campaña que convirtió a Carmena en alcaldesa de Madrid. Un lugar donde la joven formación política se ha sentido en su elemento en varias ocasiones, entre casetas de libros de viejo y paseantes que hoy flanqueaban el lugar delimitado para el mitin final. Aunque hoy quien cerraba allí las dos semanas de campaña era Mónica García, la única candidata de las tres izquierdas que ha cotizado al alza en estas semanas. El CIS lo dejaba más claro: al inicio de la campaña, a García la conocían el 57% de sus posibles electores. Una cifra que traspasó el 70% tras los primeros compases, y que ha ido en aumento.
El secreto es esa mezcla entre cotidianidad y pulso que ya conocían en la Asamblea de Madrid, pero que el público pudo comprobar tras el debate de Telemadrid, donde demostró algo en lo que ha hecho hoy hincapié: la defensa de una forma de hacer política desde "el corazón, el alma y el cerebro". La política de los cuidados, la palabra más repetida tanto por la candidata como por el resto de oradores que acudieron a arroparla –empezando por Mónica Oltra, de Compromis– en un acto que tenía tanto de festivo como de político.
Y en el que era imposible no pensar en el no tan lejano recuerdo de aquella primera campaña de Carmena. El mensaje político esperable era el de la movilización del voto, que necesitan las tres izquierdas si quieren tener alguna oportunidad de frenar a Isabel Díaz Ayuso. Y algo de eso hubo, pero en realidad lo que hubo fue una reivindicación de la diferencia y las emociones. Una suerte de terapia colectiva tras dos semanas de campaña oficial, y otras cuantas más empleadas en convertir a una semidesconocida fuera de los círculos políticos madrileños, a la "médica, mujer y madre de tres" con la que se presentó a los votantes, en una campaña extenuante. Tanto que el jefe de la misma, Pablo Gómez Perpinyà, no ha podido estar presente en el escenario al haberse lesionado en los últimos compases.
Sí, hubo mensajes contra Ayuso –el más repetido: el de la "irresponsabilidad" al haber convocado elecciones–, pero ni García ni los suyos estaban por la labor de estropear el ambiente. Errejón, que ejerció aquí de telonero, lo dejó más claro que nadie: "Estamos contentos". Y Mónica García salió emocionada, dispuesta a hablar llena de "cariño, calor, orgullo". Su intervención estuvo compuesta a partes iguales de agradecimientos sentidos a los espectadores, tanto votantes como miembros de la campaña como sus compañeros del hospital 12 de Octubre, como de dar ánimos. Ayudó también al buen rollo el pacto de no agresión que escenificaron el día anterior los tres candidatos de izquierda (Ángel Gabilondo, Pablo Iglesias y García, que marcharon juntos en la manifestación del 1 de mayo): no hubo referencias explícitas a por qué la opción de Más Madrid era preferible a PSOE o Podemos. Algo que, por un lado, sigue llevando a confusiones como las de algunas de las personas que paseaban por Moyano una tarde de domingo y se encontraron un mitin ("¿Estos son los de Podemos?", preguntaban dos amigas al público apostado en las casetas).
Pero que, por otro lado, es algo mucho más acorde con la candidata. Su primer gran titular de campaña fue el "no" a Pablo Iglesias ante la propuesta del vicepresidente descendido de marchar en coalición –y sugerir que los electores de ambos decidiesen quién sería el cabeza de lista, algo que provocó el rechazo frontal de la diputada que se había convertido en la cabeza visible de la oposición madrileña en la Asamblea, frente a la discreción de Gabilondo–. Un "no" despachado en 24 horas y del que le costó desprenderse en la hemeroteca recurrente para hacer valer su tono. Uno que, aunque sea duro con la todavía presidenta y más duro aún en las ocasionales referencias al partido de la ultraderecha, discurre alejado de la crispación por la crispación.
Ése era el espejo de la Cuesta de Moyano: García a la búsqueda del "milagro Carmena", que arrebató el bastón de mando al PP en el Ayuntamiento de Madrid tras 24 años con una campaña basada en ese extraño concepto –para la política– del cariño. Aunque la institución varía (Comunidad frente a Ayuntamiento), el símil es comprensible: son 26 años los que el PP lleva gobernando Madrid. Pero García demostró, en el tramo final, en cuatro palabras, la diferencia fundamental con aquélla, con un mensaje que cualquier madrileño podría asentir, aunque sea demasiado áspero para ser un lema electoral oficial: "Madrid es la hostia. Ya lo he dicho".
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