Rocío Carrasco ha rememorado con enorme dolor los últimos años de convivencia que mantuvo con su hija Rocío Flores. Según el relato ofrecido en el octavo capítulo de ‘Rocío, contar la verdad para seguir viva’, los cambios de actitud de la niña, con apenas diez años, eran brutales, llegando a compararla con ‘el doctor Jekyl y Mister Hyde’. Como ejemplo, recordó que su hija la culpabilizaba de los problemas de salud que arrastraba su hermano, algo que, según la hija de Rocío Jurado, le había metido en la cabeza Antonio David. «El tema de su hermano, ya le habían dicho que estaba enfermo por mi culpa porque bebía y fumaba durante el embarazo. Un día, su hermano tenía dolor de cabeza y yo estaba con él y ella me increpó. David, cuando ella me decía cosas, se metía en medio y le decía: ‘A mamá no le chilles, a mamá no le insultes’. Ella me dijo cuando me volcaba en David: ‘Ahora sí te preocupas, pero tú bebías y fumabas en el embarazo y tú no querías tener a mi hermano'», afirma Carrasco sin poder reprimir las lágrimas.
Pese a todo, la presentadora asegura que nunca quiso malmeter en la visión que sus hijos tenían de su padre. “Eso se vive partiéndome en dos, partiéndome el alma, el corazón, todo. Yo nunca le dije que eso no era así, le decía que cuando fuera mayor lo entendería”, sostiene. “Cuando lloraba me decía: ‘Ya me advertía mi padre, se va a hacer la víctima y va a llorar’. Lo decía mirándote a la cara y a los ojos. Era como Jekyll y Mr. Hyde, una belleza rubia con ojos maravillosos y guapísima, y esa cara de ángel se transformaba en un demonio, le cambiaba esa imagen una milésima de segundo en cuanto le entraba en la cabeza esa información del padre«, sentencia.
Otro de los momentos que ha recordado con dolor es la actitud que su hija tuvo con ella cuando su hermano estuvo ingresado en un hospital debido a una neumonía: «Rocío en ese hospital actúa conmigo como a ella le habían indicado: faltando el respeto. ‘A mí no me mandas, a mí no me dices’… en esa ocasión ella es víctima porque la familia le reprende esta actitud que ellos mismos habían fomentado».
Entre todos los improperios que afirma le dedicaba su hija, algunos son tan fuerte como ‘puta’ o ‘zorra’. «Hija de puta, puta, zorra, que yo nunca la he querido, que no la he atendido, que nunca la he llevado al médico, que no me preocupaba de sus estudios… Me decía ‘me dan asco tus besos, no me toques…’. Yo la castigaba en el cuarto, como todos los padres a los niños y me decía ‘al cuarto se va a ir tu puta madre que está enterrada’. Hay que vivirlo para entenderlo. No son las 24 horas del día así, tienen momentos buenos y los intentaba aprovechar para estar con ella y hacer cosas del día a día».
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