Jennifer, la hija mayor de Bill Gates, recibe la vacuna: así es su vida de estudiante en un piso de 5 millones

“Lamentablemente, la vacuna no implantó la genialidad de mi padre en mi cerebro, ¡ojalá el ARN tuviera ese poder!”. Con estas palabras y un emoji con un guiño, Jennifer Gates (24) bromeaba tras ponerse la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus haciendo alusión a las teorías conspiranoicas que rodean a su padre, Bill Gates (65), desde hace doce meses. La joven es la primogénita del multimillonario magnate fundador de Microsoft y de esta forma ha querido mostrar todo su apoyo a los esfuerzos de sus padres a través de la Fundación Bill y Melinda Gates para mejorar la tecnología y el acceso a las vacunas en el mundo desarrollado.

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Pese a la fortuna de su padre, que ocupa el segundo puesto en la lista Forbes de hombres más ricos del mundo, Jennifer y sus dos hermanos pequeños, Rory John (21) y Phoebe Adele (18) prefieren llevar una vida discreta y alejada de los titulares en su residencia familiar con vistas al Lago Washington en Medina, en el condado de King (Washington). La primera hija de Bill y Melinda Gates, Jennifer, vino al mundo en 1996. Estudió en la escuela privada Lakeside High School de Seattle, la misma en la que lo hizo su padre años antes. Desde los seis años, Jennifer mostró su pasión por los caballos y aprendió a montar siendo aún una niña.

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Una herencia muy reducida

Igual que sus hermanos, hasta que no cumplió los 14 años no tuvo teléfono móvil y sus padres prefirieron inculcarles el amor por la lectura compartiendo libros con ellos desde pequeños. Para Bill y Melinda, que sus hijos crecieran con ambiciones siempre fue su objetivo y les hicieron ver el valor del esfuerzo durante toda su infancia y adolescencia. Hace unos años, el matrimonio anunció que sus tres vástagos ‘solo’ heredarían una parte minúscula de su fortuna, unos 10 millones de dólares, y que el resto sería donado para causas benéficas e investigación científica.

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Comprometida con un jinete internacional

Al terminar el instituto, Jennifer quiso estudiar Biología. Fue admitida en la prestigiosa Universidad de Stanford, en California, y ahí conoció a Nayel Nassar, joven de origen egipcio que estaba terminando la carrera de Económicas. Los unió su amor por los caballos, ya que ella había participado en diferentes competiciones donde coincidió con otras ‘hijas de’ como Eve Jobss o Jessica Springsteen, y él ya era un reconocido jinete. Nassar nació en Chicago pero fue criado en Kuwait. Su familia se dedica al diseño y la arquitectura. Además de sus estudios universitarios, el joven ha hecho de su pasión por los caballos su profesión y participará en los Juegos Olímpicos de Tokio de este año.

A finales de enero del año pasado, la pareja se comprometía y Jennifer mostraba su felicidad en las redes sociales. “Eres una persona única. Me siento como si estuviera flotando desde que me sorprendiste en el lugar más significativo de una de nuestras muchas pasiones compartidas. No puedo esperar a pasar el resto de nuestras vidas aprendiendo, creciendo, riendo y amando juntos. Sí, un millón de veces sí”, escribía la joven junto a varias instantáneas de la pareja en una estación de esquí de Montana.

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Caballos, fitness y amigos famosos

Hasta ese momento, el jinete, de 30 años, residía en Encinitas, cerca de San Diego, donde además es dueño de Nassar Stables LLC, una cuadra que compró hace siete años. Por su parte, Jennifer estudia ahora Medicina en la Escuela Médica Icahn en Mount Sinai en Nueva York y ahí vive en un apartamento que le han comprado sus padres en la Quinta Avenida, valorado en unos cinco millones. Debido a la pandemia, el enlace de la pareja tendrá que esperar aún unos meses pero parece que Nassar ya tiene pensado instalarse en Manhattan junto a su prometida.

Además de los caballos (Gates le regaló unas cuadras en Wellington, Florida, para llevar a cabo su afición y la joven se tomó un año sabático para dirigir su equipo hípico, los Paris Panthers, con los que ha competido internacionalmente durante un año, con su novio como una de las estrellas), Jennifer es una gran deportista y no descuida sus relaciones sociales pese al alto nivel que le exigen sus estudios. Entre sus amistades se encuentra la actriz de The Big Bang Theory, Kaley Cuoco, que también está casada con un jinete. Su plan favorito es salir a pasear con su pareja y con el perro que tienen en común, un simpático cachorro al que llaman Earl. Es una gran lectora y tan pronto devora la biografía de la modelo Gisele Bündchen como la de Joe Biden o cualquier novela que cae en su mano.

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La historia de amor de sus padres

Considerado como uno de los solteros de oro, Bill Gates se casaba el 1 de enero de 1994 con Melinda French (56) en una ceremonia íntima para la que el empresario alquiló una isla entera de Hawaii. Ella, graduada en Informática y Economía en la Universidad privada de Duke, una de las más selectivas y reconocidas del sur de Estados Unidos, comenzó a trabajar como becaria en 1986 en la recién creada Microsoft. Seis años después, Melinda ya había logrado ser gerente general de productos como Expedia o Encarta.

Un buen día, durante el picnic anual de la compañía, Bill Gates se le acercó y le preguntó si quería cenar con él en dos semanas. Pero a ella no le pareció demasiado romántico y le dio el teléfono para que la llamara cuando se acercara el día y le explicara en qué consistiría la cita. Pero Bill no aguantó y esa misma noche la llamó para tratar de ser lo suficientemente espontáneo para ella. Ahí surgió la primera chispa y Melinda descubrió a un tipo inteligente y con un sentido del humor que la enamoró.

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Salieron siete años y un domingo, después de pasar el fin de semana en Florida, Bill pidió al piloto de su avión privado que hiciera una escala en Nebraska y consiguió que abrieran una de las joyerías de la ciudad para que su novia eligiera su anillo de compromiso. Se casaron en Hawai y Gates gastó un millón de dólares en reservar todos los hoteles y helicópteros de Maui para preservar así su privacidad.

Hasta la irrupción en su vida de Melinda, Gates solo había tenido un romance con la empresaria Ann Winblad en los años ochenta. Cuentan que se conocieron por videoconferencia y comenzaron su amor de manera virtual. Pese a que se separaron en 1987, Bill y Anne siempre mantuvieron una excelente amistad, tan grande que él le pidió su aprobación antes de casarse con Melinda. “Ella me dijo: “Creo que será una buena pareja porque tiene energía intelectual”, recordaba en una entrevista en Time. Incluso ahora, pese a que Bill lleva más de 25 años casado, pasan un fin de semana juntos cada primavera en una cabaña en Carolina del Norte para charlar sobre biotecnología.

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Una fortuna en causas solidarias

Católica practicante, fue Melinda la que convenció a Bill para que en el año 2000 creara la Fundación Bill y Melinda Gates, con la que desde entonces se calcula que han donado un tercio de lo que ha ganado en toda su vida a obras de caridad y proyectos científicos. Ávida para los negocios y para las relaciones sociales, la esposa de Gates contribuyó a denunciar el desequilibrio de sueldos y poder de las mujeres con respecto a los hombres en Silicon Valley, un aspecto que pocos se habían atrevido a reclamar hasta que llegó ella a la vida del magnate tecnológico.

“Amo a Bill porque tiene un corazón amable, escucha a otras personas y se deja conmover por lo que dicen. Cuando cuenta algo de lo que he visto, él lo siente. Tal vez me pida que reúna algunos datos por si acaso, pero no duda la realidad de mis experiencias ni la solvencia de mis conclusiones”, explicaba en una de las cartas que cada año publican en el marco de su Fundación.

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