El entorno del rey Juan Carlos ha filtrado hoy una foto, tomada hace dos días, para demostrar que el antiguo monarca español sigue gozando de buena salud y terminar de desmentir los rumores de este fin de semana. En ella, el emérito aparece en una mesa con el jeque Mohammed bin Zayed, el príncipe heredero de Abu Dabi, la capital de Emiratos Árabes Unidos. Al que Juan Carlos condecoró en 2008 con la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil.
Puede que el jeque, al que se conoce coloquialmente como MBZ, tenga como título oficial el de príncipe heredero, pero es de facto y desde 2014 quien controla el emirato y preside el resto del país. O, lo que es lo mismo, controla directamente el 6% de las reservas de petróleo de la Tierra, y un fondo soberano de unos 750.000 millones de euros (más o menos el 60% de la riqueza del total de emiratos). También es el vicecomandante (nuevamente, sólo como título) de las fuerzas armadas, y un líder político con intención internacionalista. Abu Dabi no sólo es la capital de los Emiratos Árabes, también es el más rico de los mismos, el que más contribuye a la Unión y elque toma casi todas las decisiones internacionales.
La más sonada se produjo en verano del año pasado: el día 15 de septiembre, Donald Trump anunciaba el que veía como uno de los mayores logros de su diplomacia: un acuerdo de paz entre Israel y Emiratos Árabos Unidos (y el sultanato de Bahrein), formalizado después en un reconocimiento de los emiratos hacia Israel, el tercero de un país árabe en toda la historia de Israel. La maniobra coloca a Abu Dabi al frente de la diplomacia árabe, rompiendo el frente unido que todos los países (salvo Egipto y Jordania, obligados por sus derrotas bélicas frente a Israel a firmar acuerdos de paz y reconocer la existencia de la nación) mantenían en la Liga Árabe para exigir una solución al problema palestino. Algo que también se enmarca en su intención de reducir la fuerza en la región de los movimientos islamistas.
El acuerdo, en realidad, lo lleva promoviendo bin Zayed desde hace al menos cinco años. Si Dubái es la potencia turística, Abu Dabi quiere ser el referente internacional: tiene fuertes lazos diplomáticos con Europa (especialmente con Francia), Reino Unido, Rusia y hasta el Vaticano –el papa Francisco visito el emirato el año pasado–. Todo piezas en una partida que bin Zayed, ha promovido desde que tomase las riendas del país. A sus 58 años, el mentor del otro hombre fuerte de los petrodólares (Mohammed bin Salman, el príncipe heredero de Arabia Saudí), ha conseguido colocarse como el hombre fuerte de Oriente Medio, que se relaja con su pasión por la cetrería tradicional.
Es el menos despilfarrador de la familia en el ámbito personal, y su política económica y su experiencia previa como ministro de Defensa del emirato han conseguido llevar a Abu Dabi a primera línea de la política internacional y regional. Se formó militarmente en Sandhurst, la academia militar británica de los royals, donde aprendió tácticas especiales y a pilotrar helicópteros de combate. Eso fue en 1979, y a su vuelta se casó con Salama bint Hamdan (en 1981), con la que ha tenido nueve hijos, cinco varones y cuatro mujeres.
Sus ambiciosos programas de compra de armas, infraestructuras y grandes proyectos extranjeros, replicados en el resto de emiratos, le han granjeado la amistad de Occidente y la puerta abierta de los líderes internacionales. Ha sido un gran modernizador del país, convenciendo a sus familiares e iguales en el resto de emiratos de que la modernización y la inversión para el día en el que nos movamos a una economía postpetróleo no dejen a los países al descubierto (ese fue su primer discurso sustituyendo a su hermano como presidente frente al resto de emires y mandatarios de la región, en 2015: la visión de los países árabes productores dentro de 50 años).
En realidad, es un continuador de la labor de su padre, Zayed bin Sultán Al Nahayan, el primer presidente de los emiratos y el primer gran modernizador de la región árabe. Zayed –condecorado en 1981 por el rey Juan Carlos, con el que mantenía excelentes relaciones– ostentó el poder (hereditario) entre 1966 y 2004. Le sucedió su hijo mayor, Jalifa bin Zayed, que todavía ostenta el título. Pero al que un derrame cerebral apartó en 2014 de los asuntos de Estado, que recayeron en manos de MBZ.
Ha fundado universidades y promovido sucursales del Louvre (cuya raíz se encuentra en el mismo hotel donde se alojó Juan Carlos a su llegada) y la Sorbona. Y, aparte de la modernización del país –y una enorme inversión en educación: desde antes de ostentar más poder una de sus obsesiones fue elevar el nivel educativo de los emiratos a la altura de las grandes potencias occidentales. De hecho, desde 2005 ha conseguido prácticamente erradicar el analfabetismo en Abu Dabi–, también mantiene una intensa actividad filántropa con la fortuna familiar, estimada entre 12.500 millones y 16.000 millones de euros. Ha mostrado inclinaciones ecologistas –sostiene con su dinero una iniciativa para la conservación de la biodiversidad al mismo tiempo que invierte para que Abu Dabi sea un emirato sostenible, con la ciudad inteligente de Masdar a la cabeza–. También ha financiado de su propio bolsillo las campañas de vacunación de Bill Gates en Afganistán y Pakistán.
Su obsesión por promover la cultura y la educación también la ha dejado en manos de su esposa Salama, cabeza visible de la Fundación que lleva su nombre, y considerada una de las 50 mujeres más influyentes de Oriente Medio. En Salalma recae la labor de promover la cultura, las artes y la innovación de los ciudadanos de EAU. Salama también ha unido a las metas de su marido varios planes para intervenir en la formación de los ciudadanos de Emiratos desde la primera infancia, etapa que considera crucial para el desarrollo. Y colabora con las grandes ONG internacionales que operan en el país.
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