Mary Beard (Much Wenlock, Reino Unido, 1955) no encaja en la idea que cualquiera de nosotros puede tener de una académica de la Universidad de Cambridge. La especialista en cultura clásica, una de las más reconocidas del mundo y Premio Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales en 2016, es cercana, divertida y jovial, tres adjetivos que también se reflejan en su trabajo y que explican, en gran parte, por qué su manera de explicar la Grecia y la Roma antiguas ha enganchado a millones de personas de todo el mundo a través de libros o documentales para la televisión.
MUJERHOY. ¿Qué lecciones de la historia podríamos aplicar a la situación que estamos viviendo como consecuencia de la pandemia?
MARY BEARD. Es difícil encontrar una solución en la historia y aplicarla. La historia no funciona así. Pero yo saco una especie de lección: La Ilíada, la primera obra de la literatura occidental, empieza con una pandemia, una plaga enviada por Apolo. Esto quiere decir que, para mí, es muy importante hacer que esta situación tenga algo bueno, debe servir para algo. El papel de la pandemia debe ser el de hacernos reflexionar sobre el mundo: por qué creemos que ha ocurrido esta tragedia y qué cosas son realmente importantes para nosotros. Si fuéramos griegos antiguos, diríamos que es un castigo enviado por los dioses. No creo que lo sea, pero podría ser un castigo por diferentes cosas.
¿Qué cosas son importantes en la vida de Mary Beard?
Las mismas que en la vida de cualquiera. Salir y ver a mis amigos o a mi familia, tomar algo, sentarme a ver una película… Pero también he descubierto, aunque me ha costado, que disfruto escribiendo, pensando y tratando de comunicar sobre las materias que me interesan. Me ha sorprendido porque antes el proceso de escritura me resultaba difícil y doloroso; ahora se ha convertido en un placer. Es una de las ventajas de envejecer. No tiene muchas, pero esa es una de ellas.
La posición de las mujeres en la jerarquía cultural, política o laboral es más frágil. Cambiará, pero no viviré para verlo”.
¿Cuál es el secreto para contar la Grecia y la Roma clásicas de una forma divertida pero sin perder el rigor, como hace usted?
Creo que siempre se han explicado la Grecia y la Roma antiguas de una manera interesante, aunque ha ido cambiando. Cada generación descubre y representa el mundo clásico por sí misma. La antigüedad nos ha dejado muchos rastros y discusiones. Por ejemplo, cómo vivía la gente común o las mujeres, o cómo se representaba el género. Todo eso nos proporciona muchas formas diferentes de involucrarnos con el pasado. No tengo un secreto, solo muestro lo que me resulta interesante. Eso sí, tengo muy en cuenta que la gente que está viendo el programa no es estúpida. Creo que hay algo terrible en cómo se ha contado tradicionalmente la historia: se ofrece una especie de versión infantil a la gente que está mirando.
Las mujeres siempre se han llevado la peor parte en las crisis. En el caso de la que estamos viviendo, sucede de nuevo: hay más desempleo femenino y algunos alertan de que los derechos de las mujeres pueden sufrir un retroceso. ¿Por qué aún ocurre esto en el siglo XXI?
Nuestra posición dentro de la jerarquía cultural, política o laboral siempre es más frágil que la masculina. Aunque creo que las cosas están mejorando. Pienso en mi madre. Murió hace mucho tiempo, pero nació antes de que las mujeres de este país pudieran votar. Aún así, durante miles de años, el papel de la mujer ha sido marginal, no central. Cambiar esto es un trabajo largo porque no se trata solo de cosas prácticas, sino de pensar sobre cuál creemos que es el papel de la mujer. Sospecho que durante el confinamiento, mucha gente ha pensado, en un matrimonio de hombre y mujer, que el trabajo de él es más importante. Creo que todo eso cambiará, pero no viviré para verlo.
¿Es más complicado ser feminista en la actualidad?
No lo creo, pero a veces, cuando hablo con los estudiantes, encuentro una tendencia terrible. Dicen: “Yo creo esto, esto y esto… pero no soy feminista”. Y yo les digo: “Pero todo lo que acabas de decir te posiciona como feminista”. No admiten que lo son. El feminismo trata de cambiar las cosas que son incómodas para todos. Los temas que están en la agenda feminista son para todos. Por ejemplo, ve a una escuela de primaria y mira lo que ocurre en el recreo. Si un niño de cinco años se cae, se lastima la rodilla y se pone a llorar, todavía puedes oír a los maestros diciendo que los niños grandes no lloran. ¿Qué? ¡Tiene cinco años! El feminismo trata, en parte, de proporcionar un antídoto contra la masculinidad tóxica, que es tóxica para los hombres.
¿Y cómo podemos acabar con la masculinidad tóxica?
Con más feminismo, así de simple. En el imaginario popular, el feminismo se ha asociado con las demandas de las mujeres, pero también trata de cómo pensamos sobre el género o los roles de hombres y mujeres.
Este año ha estrenado una serie documental sobre el desnudo a lo largo de la historia. ¿Por qué le interesa el tema?
El cuerpo humano es lo único que todos compartimos y el desnudo nos lleva a pensar en temas que son absolutamente centrales para el ser humano: quiénes somos, qué es el deseo, qué es el género.
Una de las cosas más comentadas de Mary Beard: el desnudo en el arte fue que usted misma posó sin ropa en el documental. ¿Qué intencionalidad había detrás de esa decisión?
Pensé bastante sobre la idea del modelo femenino y cómo ha sido explotado a lo largo de la historia. Creo que hubiese sido intelectualmente deshonesto no ponerme en la posición de esas personas que han sido representadas en la historia del arte. Por supuesto, fue diferente para mí, porque al final podría haber decidido no hacerlo, tenía una opción. Pero mucha de la gente que sirvió de modelo no tuvo elección y estuvo sometida a una situación de explotación. Me estaba situando exactamente en el mismo lugar que las otras mujeres que sirvieron de modelos. Tenía que lanzarme y hacerlo.
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