¿Hay motivos suficientes para trocear Facebook y quitarle Instagram y Whatsapp?

Imagina una red social muy extendida que se se toma la privacidad súper en serio. Por defecto, todo lo que publiques en ella sólo es visible para la gente que tienes cerca en la vida real. Esa empresa no sólo no utiliza cookies para rastrear tu actividad, sino que promete que nunca las usará. Incluso anuncia que cualquier cambio futuro en su política de privacidad será sometido a la votación de los usuarios antes de implementarse.

Ahora nos cuesta imaginarlo, pero hubo una red social así una vez. Se llamaba Facebook. El trayecto de la empresa de startup preocupada por la privacidad a plataforma de espionaje masivo es el núcleo del esperado caso antimonopolio que hace unas horas han emprendido 46 estados de Estados Unidos, más la capital y Guam. La coalición de republicanos y demócratas, liderados por la fiscal general de Nueva York Letitia James, afirma que Facebook ha conseguido su posición de dominio mediante una estrategia a largo plazo de tácticas anticompetitivas, incluyendo la compra de rivales del sector como Instagram y WhatsApp. Y ofreciendo, según la demanda, peores y peores opciones de privacidad según construían esa posición dominante.

La Comisión Federal de Mercados (FTC, en sus siglas en inglés) también ha demandado a Facebook, al mismo tiempo. Las dos acusaciones, presentadas en el tribunal federal de Washington y que posiblemente se unan en una sola acusación, llegan tras más de un año de investigación coordinada de la empresa. En un comunicado, la directora legal de Facebook, Jennifer Newstead, se refirió a las acusaciones presentadas en ambas demandas como "revisionismo histórico", señalando que la FTC ya había aprobado en su momento las adquisiciones tanto de Instagram como de WhatsApp.

Y puede que sea así, pero en el juego del antimonopolio no existen reglas para decir "no se vale". La FTC de 2020 tiene una concepción de lo que es la competencia en el ámbito online distinta a la que esgrimía hace seis años. La agencia busca soluciones más atrevidas, incluyendo que Facebook se deshaga de Instagram y de WhatsApp, que adquirió en 2012 y 2014, respectivamente. En conjunto, las demandas afrontan una pregunta que ha flotado durante demasiado tiempo en el enfrentamiento entre las agencias de antimonopolio y las plataformas tecnológicas: ¿cómo puedes demostrar que a la gente le afecta para mal un producto gratuito? A juzgar por el contenido de la demanda de los estados, más exhaustiva que la de FTC, la respuesta tiene que ver con la privacidad.

A primera vista, la privacidad y la protección frente a monopolios parecen asuntos separados, dos capítulos diferentes en un libro de texto sobre las grandes tecnológicas. Pero el declicve de la protección de la privacidad en Facebook juega un papel central en la demanda de los estados. El antimonopolio es un terreno complicado edificado sobre una premisa simple: cuando una empresa no tiene competencia real, es libre de hacer cosas malas. Facebook es, de lejos, la mayor plataforma de Occidente y, gracias a Instagram y Whatsapp, la dueña de otras dos de las más grandes. La propia Facebook presumía en 2011 de que "Facebook ya es el 95% de las redes sociales" (hoy, Facebook insiste en que tiene una competencia robusta en todas las alternativas a las que una persona podría dedicar su atención. Aunque, sin embargo y en general, ésa no es la base con la que se definen los mercados para establecer casos de monopolio).

El mayor problema para las autoridades antimonopolistas es demostrar lo de las "cosas malas": hay que establecer que Facebook no sólo construyó un monopolio, sino que ese monopolio ha sido dañino. Desde los años 70, las jurisprudencia antimonopolio en Estados Unidos ha girado en torno a algo llamado "el estándar de bienestar del consumidor", bajo el que un monopolio sólo se considera ilegal si ha perjudicado a los consumidores. En la práctica, eso convierte casi todos los juicios antimonopolio en discusiones sobre si una determinada adquisición o fusión lleva a un incremento en los precios. El estándar de bienestar del consumidor es en sí polémico –el subcomité antimonopolio del Congreso ha sugerido borrarlo de la legislación– pero por ahora sigue vigente. Y esto supone un desafío especial para un caso contra una compañía como Facebook, que no cobra ni un céntimo a sus usuarios.

El año pasado, hubo un avance conceptual en ese frente. En un artículo académico llamado El caso antimonopolio contra Facebook, la investigadora legal Dina Srinivasan argumentaba que la conquista de Facebook del mercado de las redes sociales ha supuesto un perjuicio muy específico para los consumidores: les ha obligado a aceptar peores condiciones de privacidad año tras año. Facebook, como señalaba Srinivasan, empezó su andadura en 2004 diferenciándose de la competencia en temas de privacidad. Al contrario que la entonces dominante MySpace, por ejemplo, que tenía sus perfiles abiertos a cualquiera por defecto, los perfiles de Facebook sólo podían ser vistos por tus amigos o por la gente de la misma universidad, algo que se verificaba con las direcciones de correo electrónico terminadas en .edu. “No usamos ni vamos a usar cookie para recolectar información privada de los usuarios", afirmaba uno de sus primeros acuerdos de privacidad.

Srinavasan afirma que, según crecían, en Facebook intentaban retractarse de sus compromisos de privacidad, pero que también se enfrentaban a los correctivos de un mercado que todavía no estaba dominado. En 2007 lanzaron Beacon, un producto que permitía saber lo que hacían sus usuarios incluso cuando no estaban en Facebook. La feroz reacción de los usuarios (Beacon hasta publicaba informes de tus hábitos de compra en los muros de tus amigos), hizo que la empresa retirara el producto en menos de un año. Zuckerberg lo calificó de "un error". Sin embargo, cuando rivales como MySpace fueron desapareciendo del sector, Facebook tenía bastante menos que temer. Hoy, su tecnología de píxeles rastreadores espía a usuarios por todo Internet, igual que hacía Beacon (aunque sin los desafortunados posteos en otros muros). Según Srinivasan, es sólo una de las muchas formas que Facebook ha encontrado para eliminar la protección a la privacidad, toda vez que sus usuarios no tienen alternativas para llevar sus asuntos a otro lugar.

La teoría de Srinivasan proveía de una elegante solución abstracta al rompecabezas del perjuicio al consumidor, pero dejaba abiertas algunas preguntas más empíricas. ¿De verdad competía Facebook para ganar usuarios al ofrecer mejores políticas de privacidad? Y, ¿de verdad renegó de esos compromisos más tarde, simplemente porque los directivos de la empresa pensaron que podían salirse con la suya?

El caso presentado por los fiscales generales de los estados viene acompañado de nuevas pruebas que sugieren que la respuesta a ambas preguntas es "sí". Cita un informe interno de Facebook de 2008 en el que la compañía identifica sus por entonces fuertes controles de privacidad como uno de los cuatro pilares de "la receta secreta de Facebook". El informe señala que "los consumidores compartirán más información si se les da más control sobre con quién y cómo la comparten".

El hallazgo más revelador viene del verano de 2011, cuando la compañía se estaba preparando para lidiar con la amenza de la plataforma rival de Google, Google+. La demanda cita un correo electrónico en el que la directora de operaciones de Facebook, Sheryl Sandberg, decía: "por primera vez tenemos competencia de verdad y los consumidores tienen una elección real… Tenemos que ser mejores para ganar". En aquel momento, Facebook se estaba planteando eliminar la posibilidad de que los usuarios se desetiquetaran de fotos subidas por terceros. Un ejecutivo anónimo sugería pisar el freno. “Si de verdad ha habido un momento en el que tenemos que EVITAR cualquier polémica, será cuando el mundo esté comparando lo que nosotros ofrecemos con lo que da Google+", escribía. Incluso sugería reservarse esos cambios "hasta que las comparaciones directas competitivas dejen de publicarse". Esto es lo más cercano al cuerpo del delito: la prueba de que, como decía la hipótesis de Srinivasan, Facebook preserva la privacidad cuando tiene miedo a la competencia, y la degrada cuando no es así.

Los estados y la FTC también presentan otras cuantas alegaciones sobre el perjuicio creado por las prácticas monopolísticas de Facebook, pero son relativamente vagas. Sí, la tendencia de Facebook de engullir a los competidores potenciales o negarles el acceso a sus herramientas de desarrollo posiblemente ha reducido el nivel de innovación en su campo, pero quién es nadie para decir cómo serían las redes sociales en el escenario contrario? La teoría de la privacidad, por contra, tiene la virtud de ser algo concreto: Faceboo sí que renegó de sus compromisos sobre la privacidad según se convertía en el actor dominante, y estás más o menos claro que no ha sido por coincidencia. Eso no quiere decir que el Gobierno estadounidense le espere un paseo por el campo judicial: las leyes antimonopolio siguen escritas para beneficiar a los grandes negocios, y la judicatura federal está repleta de jueces a los que se les ha educado para contemplar la interpretación más reducida posible de lo que significa "el bienestar de los consumidores". Pero el argumento de la privacidad al menos ha conseguido que las autoridades tengan ya un pie dentro del caso. Puede que Facebook no cobre una tarifa a sus usuarios, pero eso no implica que no hayan estado pagando un precio.

“Parte de un caso antimonopolio es demostrar los perjuicios anticompetitivos y, al tratarse de un mercado donde los usuarios no pagan por el producto, la disminución en la calidad del servicio se convierte en una medida bastante imporante del perjuicio establecido por esas prácticas anticompetencia", cuenta Charlotte Slaiman, ex abogada de la FTC y directora de políticas de competencia en Public Knowledge, un laboratorio de ideas de Washington. Romper Facebook en pedazos podría azuzar una competencia renovada para los usuarios preocupados por la privacidad. De hecho, Facebook ya tuvo que comprometerse para preservar la privacidad de los usuarios como condición cuando adquirió WhatsApp, y el fundador de WhatsApp abandonó Facebook un tiempo después porque habían roto esa promesa. Pero Slaiman recalca que otras soluciones podrían ser incluso más importantes, La interoperabilidad obligatoria, por ejemplo, haría más sencillo que los nuevos actores pudiesen ganar usuarios. “Lo que de verdad queremos es que Facebook tenga que competir basándose en la calidad de su producto”, afirma.

Facebook insiste que es a lo que se ha dedicado todo este tiempo. "La gente y las pymes no han escogido usar los servicios gratuitos o de publicidad de Facebook porque tuvieran que hacerlo. Lo hacen porque nuestras aplicaciones y servicios son los que más valor les otorgan", en palabras de Newstead. La pregunta ahora es si un juez federal comprará eso que Facebook nos está vendiendo.

Artículo publicado en Wired y traducido. Acceda al original aquí.

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