El silencio de Beca Belmonte, el mejor amigo de Paquirri que durmió con él la noche antes de morir

El chófer del torero, la hija del caporal de la finca Cantora, la asistente de la tonadillera, uno de los albaceas del testamento… Durante las últimas semanas, el conflicto entre Isabel Pantoja y su hijo Kiko Rivera por el reparto de la herencia de Paquirri, fallecido en 1984 en la plaza de toros de Pozoblanco (Córdoba), ha propiciado la aparición de multitud de testimonios más o menos vinculados con la familia. Han hablado casi todos, menos Juan Carlos Beca Belmonte, uno de los mejores amigos del malogrado diestro y su hombre de confianza hasta el día de su muerte. Este empresario del sector taurino y matador de toros de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) siempre ha guardado silencio y no ha roto esta discreción a pesar de las muchísimas ofertas que ha recibido para desvelar sus memorias al lado de Francisco Rivera. “Como usted sabrá, en 36 años no he hecho declaración alguna a propósito del asunto y me mantengo fiel a ello. Nunca me pronunciaré sobre el tema”, nos contesta amablemente cuando nos ponemos en contacto con él.

Nieto de Juan Belmonte, la leyenda del toreo cuya biografía Chaves Nogales convirtió en una joya literaria, era mucho más que la mano derecha de Paquirri. Beca Belmonte fue el primer marido de Belén Ordóñez, hermana de Carmen Ordóñez, primera esposa de Paquirri. Los dos cuñados conectaron desde el primer momento en el que se conocieron. De hecho, Beca ejerció de testigo en la boda de éste con Carmina en la iglesia madrileña de San Francisco el Grande, celebrada en 1973. Dos años más tarde, en 1975, era Beca Belmonte el que se casaba con Belén.

Este enlace también suscitó un gran interés en la prensa social y se convirtió en un desfile de autoridades y socialites. En 1979, y con dos hijos en común, Francisco Rivera y Carmina se separaron. Solo tres meses después, Belén y Juan Carlos también tomaban caminos distintos. Ni Beca Belmonte ni Paquirri lograron mantener unidos sus respectivos matrimonios, pero su amistad resultó inquebrantable. En abril de 1983, Paco se casó con Isabel Pantoja. En octubre de ese mismo año, Beca hizo lo propio con la azafata de Iberia Silvia González. Pantoja acudió al evento embarazada de su primer hijo, Kiko Rivera.

Beca jugó un papel muy importante en la vida personal y profesional del matador. Ejercía de su apoderado y lo acompañaba a todas las corridas. De hecho, él fue la persona con la que Paquirri pasó su última noche antes de morir en la plaza de Pozoblanco. Ambos compartieron la habitación 307, muy tranquila y con dos camas, del hotel Los Godos de la localidad cordobesa. Las crónicas recuerdan que el 26 de septiembre de 1984, el día de la muerte del torero, llegaron al establecimiento sobre las cinco de la mañana procedentes de Logroño, donde Paquirri había triunfado la tarde anterior. Luego, Francisco Rivera jugó a las cartas con su cuadrilla, y telefoneó a sus hijos, Francisco y Cayetano, y a su esposa, Isabel Pantoja, quien al parecer no respondió las sucesivas llamadas. Ya en la plaza, sucedió la tragedia. Paquirri solo tenía 36 años. Beca Belmonte vivió la cogida en primera persona. Debido al mal estado de la enfermería de Pozoblanco, decidieron trasladar al matador al Hospital Militar de Córdoba, ubicado a más de 80 kilómetros de allí. Para llegar tuvieron que atravesar una carretera llena de curvas. Juan Carlos acompañó a su amigo en su último viaje en un coche que escoltó la ambulancia en todo momento y en el que también viajaba el hermano de Francisco, Antonio Rivera. Pero no había nada que hacer. Cuando Paquirri llega al hospital solo pudieron certificar su muerte.

Isabel Pantoja llegó destrozada a Córdoba –“yo te quiero lleno de plenitud y de vida”, lloraba la cantante ante el féretro–. Beca Belmonte acompañó a la que pronto bautizaron como la “viuda de España” de regreso a Sevilla en un automóvil que precedía los restos mortales de Paquirri. Un año después, homenajeó a su cuñado y amigo en ABC. “Como amigo fue de los tres o cuatro que podré contar siempre con los dedos de la mano; como jefe, un hombre absolutamente responsable de la organización (…); como torero, alguien que no quiso nunca perder la pelea”. Desde entonces, Juan Carlos no se ha vuelto a pronunciar. Y su testimonio, sin duda, es clave para conocer las últimas horas de un torero que 36 años después sigue más vivo que nunca.

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