Explotación, violencia y negocio: Mabel Lozano se adentra en el negocio que más se ha disparado durante el confinamiento, "La pornografía es un virus"

Casi al mismo ritmo que la curva de contagios del coronavirus, crecía en marzo el consumo de pornografía en todo el mundo. Solo en España, el acceso a la mayor plataforma mundial de estos contenidos se disparó un 61,3% en un solo día, el 17 de marzo, cuando ofreció gratis todo su material, justo tres días después de la declaración del Estado de Alarma. El dato reitera una tendencia que crece sobre todo entre los jóvenes: casi siete de cada 10 adolescentes consumen pornografía; acceden por primera vez a los 12 años, casi todos a través del móvil, y más de la mitad se inspiran en esos contenidos para sus experiencias, según el último informe de la ONG Save The Children.

“La pornografía es un virus que se inocula por los ojos, que consume a quien la consume”, asegura Mabel Lozano. La cineasta ha investigado durante años este oscuro mundo, que se entrelaza con el de la trata y la prostitución, y ha escrito con Pablo J. Conelly, miembro de la UCRIF (la unidad de la Policía Nacional dedicada a perseguir las redes de inmigración ilegal y trata) y experto en ciberterrorismo, PornoXplotación (Ed. Alrevés). En el libro recogen las escalofriantes historias reales de quienes nutren este mercado y de adictos a su consumo.

PornoXplotación, de Mabel Lozano y Pablo J. Conelly (Ed. Alrevés).

Mujerhoy: ¿Tan cerca está la pornografía de la explotación?

Mabel Lozano: Sí, tras la pornografía hay explotación a uno y otro lado de la pantalla. En muchos casos, blanquea la trata y la prostitución. Para mí, es prostitución 2.0. En el libro hablan quienes lo han vivido desde dentro: actores, actrices, modelos de webcam, pero también un adicto. Ellos, que son de diferentes países y estratos sociales, componen el puzzle de lo que es la pornografía hoy.

¿Qué caso le ha impresionado más?

El de un padre que habla de su hija, una niña normal, de una familia estupenda, que es captada y extorsionada, que destrozan su vida y la de su familia, y que acaba siendo testigo protegida. El 90% de los padres y madres se van a sentir reflejados en ese caso. Podemos pensar que, como en la prostitución, se capta a mujeres vulnerables, pero no es así. Gracias a la tecnología, hay niñas que sufren sextorsión, ciberacoso y algunas llegan al porno, porque la pornografía necesita crear millones de contenidos.

En estos meses han captado a muchos usuarios, pero también a chicas para que se graben en casa”.

¿Cuánto dinero mueve hoy este negocio?

Es imposible saberlo. Los estudios están en paraísos fiscales; los servidores, en zonas frías… ¿Qué negocio es este donde nadie está dado de alta y todo el dinero que se mueve es negro? Uno muy turbio. Solo la plataforma más grande a nivel mundial, la norteamericana Pornhub, tiene de 200 a 300 millones de usuarios cada día. Solo sus datos son oro, millones de euros cada día. Y cuando un usuario se engancha, piden su tarjeta de crédito y empiezan a hacer caja.

Y tras ese negocio creciente, según explican en su libro, hay amenazas, explotación, violaciones, drogas, suicidios…

Todo el mundo cree que la pornografía es inocua. No suena igual que la trata o la prostitución, pero es uno de los virus sociales más dañinos. Estamos en una sociedad pornificada y vemos que el impacto en los jóvenes es brutal, que cada vez son más machistas y misóginos porque la pornografía que ven es muy salvaje. Muchos piensan que lo que ven es lo normal, que pueden acceder a los cuerpos de las mujeres y hacer lo que quieran, reproducen esos roles que ven. Y lo están ritualizando, como sucede con las manadas o con el consumo de prostitución desde edades cada vez más tempranas.

¿Hasta qué punto ha influido el confinamiento en el consumo de pornografía?

Se ha disparado en las plataformas internacionales y hasta en las españolas. Los expertos dicen que hay cinco A que facilitan que cada vez haya más adictos: el porno es asequible, accesible, anónimo, aceptado y agresivo. En estos meses han captado a muchos nuevos consumidores, a muchos hombres y niños que estaban en casa con su ordenador. Pero también a chicas a las que han ofrecido dinero por grabarse vídeos de contenido sexual desde su casa. Muchas no saben que esos vídeos no van a poder recuperarlos, que acabarán en alguna plataforma. Ellas sufrirán sextorsión, las obligarán a seguir subiendo contenidos cada vez más duros bajo amenazas.

¿Hay redes de captación actuando en nuestro país, igual que ocurre con la trata o la prostitución?

Desde luego. No todas las mujeres que están en el porno son víctimas de trata, pero las hay. Hay españolas extorsionadas, explotadas, vejadas, coaccionadas, violadas… En muchos casos las venden como prostitutas. Y la explotación sexual se está trasladando a las fronteras digitales.

¿Ese trasvase se ha acelerado durante la pandemia?

Claro, como el contacto físico ha sido imposible, las mujeres en situación de prostitución han utilizado las redes sociales y las web para recibir clientes. Vamos hacia una prostitución 2.0. Mucha gente piensa que así no existe explotación sexual, pero no es cierto: todo lo que hace una modelo webcam cuando un cliente se lo pide es real. Internet está facilitando que los pederastas abusen de niños en el otro extremo del mundo. Y en OnlyFans, que se ha puesto de moda, se explota a mujeres y les piden contenidos cada vez más explícitos si quieren ganar dinero.

Que personajes famosos reconozcan que están en esa red, ¿puede animar a los jovenes a usarla?

Sí, claro, porque mola estar ahí. La pornografía es un monstruo inmenso que necesita devorar al que lo ve y crear cada vez más contenido. ¿Hay tantas mujeres que quieran ser actrices porno? No, pero muchos padres no controlan lo que sus hijas suben a sus redes. Existe una especie de negacionismo de los padres, que dicen que ni sus hijos consumen pornografía ni a sus hijas les va a pasar esto. Pero sus hijos no son diferentes de los demás.

¿Qué pueden hacer entonces los padres?

Hablar de relaciones sanas, igualitarias, desde la empatía, el deseo mutuo, el respeto. Porque, por desgracia, la pornografía está siendo la escuela de la sexualidad para los jóvenes.

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