La de Divine es una historia de esperanza. La que genera ver a un chaval acosado por otros niños que tuvo la suerte de toparse un día con otros marginados que le aceptaron y quisieron sin condiciones y, sobre todo, supo reír el último. También es una historia sobre talento y creatividad artística. A fin de cuentas, Divine consiguió tirar de disciplina y sentido del humor para exagerar todo aquello que los demás odiaban de él y proyectar su ira contenida en los revolucionarios e inolvidables personajes a los que dio vida durante su carrera.
Es una historia de encuentros y desencuentros. La de un hombre que libró una dura batalla para vencer sus adicciones e inseguridades y que luchó contra las normas de una industria cinematográfica pacata y empecinada en encasillar a los actores. Un joven rebelde que pasó años enemistado con sus padres, pero logró reconciliarse a tiempo con ellos para compartirles sus éxitos y fracasos profesionales.
Por supuesto, es una historia de transgresión inintencionada. La de un tipo capaz de revolucionar el (hasta entonces aburrido) mundo del drag, desafiando para ello las normas de género, las convenciones culturales y las nociones preconcebidas de belleza. Además, a Divine no le hizo falta erigirse en adalid de los derechos del colectivo LGTBI ni interesarse por el activismo político para inspirar a varias generaciones de jóvenes y adultos con su actitud y estilo de vida, basados en el «sé fiel a ti mismo, adora tu vida y pasa totalmente de lo que opinen los demás».
Pero, sobre todo, es la historia de un artista serio y perseverante que deseaba con todas sus fuerzas ser famoso y lo logró —participando en películas independientes de bajo presupuesto y sin apoyo alguno de los medios de comunicación mainstream, eso sí—. Una estrella inmortal que, sin lugar a dudas, revolucionó por completo la cultura pop del siglo XX. ¿Se puede ser más divine?
Fragmento del Capítulo Seis (De verduga a víctima)
También se merecía suceder el Orgullo londinense de aquel verano, en el que Divine aceptó encantado participar. Lo hizo además de manera poco convencional, ofreciendo un breve espectáculo musical subido a bordo de un barco de vapor de ruedas sobre el río Támesis, en el dinámico barrio de South Bank. Según recordaba Patrick Lilley, Divine se encontró al subir aquella tarde a la cubierta del barco con el excéntrico artista Leigh Bowery, quien era gran admirador suyo. «Leigh era un hombre único, brillante y encantador. Divine hizo una presentación en directo desde la parte delantera de aquel bote dirigida a las multitudes que había en el parque Jubilee Gardens», comentaba el agente de prensa.
Desfiles del Orgullo aparte, Divine no se consideraba activista. Era muy raro verlo hablando públicamente sobre política, no mostraba el más mínimo interés en el asunto y una vez llegaría a comentarle a un periodista español que nunca ejercía su derecho al voto. «Mientras que todos éramos políticamente muy izquierdistas, él andaba mirando la revista Vogue e intentando elegir flores para el fin de semana», apuntaría al respecto su amiga Pat Moran. Es más, en una ocasión un reportero le preguntó a Divine por el estado de su profesión en Estados Unidos bajo el mandato de Ronald Reagan, a lo que él respondió: «Yo no me meto en la política y el señor Reagan no se mete en mi arte drag. El entretenimiento es entretenimiento, por lo que realmente no nos afecta».
Cabe recordar también que el mundo del drag siempre tuvo una relación complicada con el colectivo LGTBI. Por un lado, la mayoría de los artistas drag y transformistas siempre han sido adorados y venerados por los hombres gais. Pero, al mismo tiempo, muchos de esos homosexuales consideran que estos artistas a los que veneran proyectan una imagen negativa y políticamente incorrecta que dificulta la aceptación social del colectivo. «Creo que hay algunos hombres homosexuales que menosprecian a los artistas drag —recordaba John Epperson ‘Lypsinka‘— de la misma forma que los hombres heterosexuales menosprecian a las mujeres. A principios de los setenta, cuando el Orgullo apenas comenzaba, las personas que organizaban eventos como el de Nueva York no querían transformistas porque ellos, los hombres homosexuales, querían ser percibidos como machos y, además, pensaban que las drags eran tan despreciadas en ese momento que no ayudarían a la causa».
Aun así, resulta incuestionable la enorme contribución de Divine a la visibilización de los gais. Si bien no fue político en su discurso, el actor y cantante fue tremendamente político en su existencia. Se atrevió a acentuar todas aquellas características que los demás usaron durante años para atacarle y recurrió constantemente a la vulgaridad y el humor para desafiar a cualquiera que se atreviera a retarle. «[Los gais] andaban con rodeos y negándolo. Yo hice actos benéficos en favor de diferentes grupos de homosexuales. Siempre me mostré muy abierto acerca de ser gay. Nunca mentí al respecto ni intenté ocultar ese hecho», apuntaría el propio Divine una vez.
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