El duro pasado de Joe Biden y su familia: unidos por la tragedia alrededor de un sueño

Joe Biden mostró anoche algo de la fortaleza personal que rara vez exhibe en sus luchas políticas. El primer debate entre los dos candidatos a presidir Estados Unides los próximos cuatro años, contra Donald Trump, estuvo más cerca de los realities de islas y supervivientes que de lo esperable en dos heptuagenarios (Biden tiene 77 años y Trump, 74), pero el candidato demócrata apuntaló su posición en un cruce de ataques personales. Anoche no hubo apenas política, ni siquiera turnos de palabra la mayor parte del tiempo (al menos, no para Trump, que se tomó la contienda dialéctica como un espectáculo televisivo más) y si una oleada de descalificaciones entre ambos –"ni un ápice de listo", "payaso", "mentiroso"–.

Para Biden suponía, desde su nominación formal en agosto como candidato del Partido Demócrata, el primer baño de realidad de un sueño que lleva persiguiendo 22 años: la presidencia del Gobierno de EE.UU, a la que los expertos estadísticos de Nate Silver y su empresa fivethirtyeight le dan un 78% de posibilidades de acceder, a 34 días de las elecciones. Pero, sobre todo, para Biden es también otra forma de superar la tragedia que le alejó de las primarias de 2016: la muerte de su hijo Beau Biden, el mayor de los tres que tuvo con su primera esposa, Neilia Biden, también víctima de otra tragedia.

Beau Biden: enterrar al primogénito

Beau, el apodo familiar y público de Joseph Robinette Biden III, falleció en 2015 de un tumor cerebral, un glioblastoma feroz al que el médico de Biden en la Casa Blanca, Kevin O’Connor, llamaba "El Monstruo". Beau era una versión mejorada de su padre, un hombre que había tachado todas las casillas correctas para tener una fructífera carrera política. Que había renunciado a las universidades más prestigiosas para graduarse en el mismo alma mater de su madre y su padre. Había sido fiscal general del Estado de Delaware (el mismo donde su padre había hecho carrera), y estaba pensando en presentarse a gobernador de ese estado cuando la enfermedad le postró, durante interminables meses de sufrimiento.

Su padre se enfrentó a la peor de las tragedias –enterrar al primogénito– en un libro en el que recapitulaba el último año de vida de Beau: Promise me, Dad (Papá, prométeme que…). El libro que escribió en pleno duelo, mientras Donald Trump se alzaba con el poder. Beau Biden, escribía su padre, "tenía lo mejor de mí, pero se había quitado los defectos y errores de fábrica". El dolor también cercenaba parte de un sueño que va más allá de la presidencia: establecer a los Biden como una dinastía política, a imagen y semejanza de los Kennedy. El equivalente a la nobleza hereditaria en un país sin títulos ni aristocracia nominal. Con una diferencia: los Biden no son old money, descendientes de millonarios.

Joe Sr.: el patriarca caído en desgracia

Cuando el hoy exvicepresidente Joseph Robinette Biden Jr. nació, en una familia católica de raíces irlandesas, su padre había pasado de ser un afluente empresario del petróleo a tener dificultades económicas. Las mismas que llevaron a la familia de Pensilvania a Delaware, a tener que vivir en casa de los abuelos maternos, los Finnegan, en la pequeña ciudad de Wilmington. El primer Joe Biden había pasado de los coches caros, el armario impoluto y las vacaciones en yate a los malabares económicos del desempleo y los trabajos basura, con cuatro hijos que mantener.

Las penurias y el alcohol iban de la mano en la familia, y el futuro senador decidió pronto que él no se dejaría llevar por el esterotipo irlandés. Es una de las tres cosas que aprendió de esa infancia difícil: los estragos del alcohol en los seres queridos. Las otras dos cosas que aprendió Biden antes de partir a la Universidad de Siracusa de Delaware –prestigiosa, pero no parte de la Ivy League de Harvard, Princeton o Yale– fueron controlar su temperamento y sus debilidades (la tartamudez infantil de Biden la suplía con sus puños en cuanto un abusón intentaba usarla como filón); y hacer suya la frase que su padre le metió en la cabeza y que ha utilizado en todas su campañas: "Mi padre solía decir que no importa cuántas veces te tumben, la medida de un hombre está en lo rápido que te pones en pie".

Pero la más importante en este relato es el alcohol: "Ya hay bastantes alcohólicos en mi familia", suele responder cuando le preguntan por su vida abstemia. Uno de ellos es su hermano pequeño, Frankie Biden, un alcohólico de 66 años en rehabilitación que debe millones de dólares en multas y acuerdos judiciales por su pasado como conductor borracho. Una temeridad que a Joe Biden, como veremos, le afecta especialmente. Sin embargo, el senador ha hecho lo posible para que su hermano se rehabilite y trabaje para sus campañas en busca de la redención.

Hunter, la oveja negra

El otro gran adicto en esta historia es su hijo, Hunter, alejado al fin a sus 49 años del alcohol y las drogas, y al que la Casa Blanca de Trump ha visto como objetivo perfecto para debilitar al candidato. En tiempos, Joe Biden veía a su hijo Hunter como el apoyo perfecto para la futura carrera presidencial de Beau. Pero los últimos años han dejado más escándalos en su persona que los que puedan acumular tres o cuatro Kennedy. Negocios en Ucrania y supuestos hijos bastardos a los que mantener aparte, lo más sonado fue la revelación de que en el mismo mes de 2016, Hunter Biden: estuvo una semana dándole al crack en Los Angeles; le encañonaron cuando a fue a comprar crack a un campamento de yonkis; le dio igual y siguió comprando más drogas allí; se fue a Arizona en un coche de alquiler; le denunciaron por haberse dejado en su coche de alquiler parafernalia de drogodependiente (junto a una placa de fiscal de su hermano fallecido y una tarjeta del Servicio Secreto que protegía a la familia en los años de Obama); se fue a un centro de rehabilitación; luego a un spa en el que recibió la visita de la viuda de Beau, Hallie Biden; se lió con la viuda de su hermano, y empezaron a salir juntos. Todo en un mes. La relación duraría menos de un año.

Neilie y Naomi Biden: las ausencias terribles

Beau Biden también había estado junto a su padre en la estación de tren de Wilmington (la misma ciudad en la que se crio con los abuelos maternos) en Delaware, el 9 de julio de 1987, en el acto en el que Joe Biden, arropado por su familia, anunciaba su intención de disputar las primarias demócratas. La foto que abre este artículo. En esa foto, además de Beau y Hunter, están su mujer Jill, la madre del bebé presente en la imagen: Ashley Biden. Jill es su segunda esposa, sigue siéndolo. Y fue la mujer que levantó a Biden de su peor tragedia vital hasta 2015.

Biden casi dejó la política nada más entrar. 15 años antes de su desastrosa campaña –salpicada por acusaciones de plagio–, en 1972, Joe Biden se había convertido en uno de los senadores más jóvenes de Estados unidos. Tenía 30 años y acababa de ser electo por su estado. Se incorporaría en 1973. Llevaba seis años casado con Neilia Hunter, alumna de Siracusa que enamoró perdidamente desde el minuto uno al senador. La madre de Joe, de Hunter, y de Naomi, nacida en 1971.

El 18 de diciembre de 1972, Joe Biden recibió una llamada telefónica. Lo explicó él mismo, en un discurso a los jóvenes de Yale en 2015, semanas antes de la muerte de su hijo Beau.

https://youtube.com/watch?v=ESQjpZI6TMQ%3Frel%3D0

"Seis semanas después de las elecciones, mi mundo cambió para siempre. Estaba en Washington eligiendo a mi gabinete cuando recibí una llamada. Mi mujer, y mis tres hijos estaban haciendo las compras de Navidad cuando un camión tráiler los embistió por un costado, matando a mi mujer y a mi hija. Y tampoco sabían si mis hijos sobrevivirían".

Joe Biden agradece en el discurso al resto de su famlia la capacidad de sobreponerse y, aunque no menciona la enfermedad de Beau, habla de la dedicación a los hijos. En el momento de dar ese discurso, la maquinaria del Partido Demócrata estaba preparando el segundo enfrentamiento entre Hillary Clinton y Biden como representantes predilectos del establishment azul. Pero, a diferencia de 1973, cuando el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Mike Mansfield, le convenció para no dimitir, Joe Biden se retiró antes de empezar. A escribir sobre su hijo, y las promesas por cumplir.

Y ésta, así de trágica, es la historia de cómo cuando, antes de las primarias de Carolina del Sur, entre voces y análisis políticos que daban su campaña por amortizada, Joe Biden decidió no rendirse. Porque una campaña política no tiene ningún puñetazo que darle a su biografía, en comparación con lo que el destino le ha deparado en los últimos 50 años.

Artículo publicado el 4 de marzo de 2020 y actualizado.

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