Que Ana Soria acudiera por primera vez, el pasado agosto, a una corrida de toros de Enrique Ponce (esa en la que sufría una aparatosa cogida) y no se dejará ver de nuevo en ninguno de los tendidos donde él desplegaba su capote, llevó a que se hablara de su decisión largo y tendido. Este fin de semana, decidió sentarse de nuevo para ver, en vivo y en directo, a su pareja torear. Y, por supuesto, se ha visto envuelta en otra polémica.
La joven, en medio de esa tarde de toros, se levantaba y se marchaba. No, no fue al baño o a hablar por teléfono con mayor tranquilidad lejos del gentío. Porque no volvió más. Un hecho que generaba que en las redes sociales se abriera esa caja que tanto gusta: la de la especulación.
La teoría era clara: la almeriense había sido abucheada y tocada por la presión y lo desagradable de los hechos, se marchaba. Una tesis que corría como la pólvora en Twitter e Instagram… y que obligaba a la propia Ana a dar las explicaciones pertinentes, negando que el público se hubiese vuelto en su contra provocando su salida del recinto. La razón era algo mucho más sencillo.
«Ayer me fui de la plaza de toros de Granada porque me sentí mareada y decidí salirme. Todo lo demás es completamente inventado», comienza en un texto publicado en sus ‘stories’. «La gente se mostró más que cariñosa conmigo. Nada de lo que se ha dicho es verdad«, añade la estudiante de Derecho, que ya va cogiendo tablas para actuar en consecuencia de los rumores que le rodean día sí y día también.
«Gracias a todos los que os habéis preocupado, pero ayer fue una tarde muy bonita y no hubo ningún altercado«, remata ese texto antes de colocar una segunda imagen en esos ‘stories’ en la que se ve a Ponce con las dos orejas cortadas esa tarde y un corazón ya recurrente y más que significativo de lo enamorada que está.
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