Entre otros muchos logros en su vida (y en su currículum), Tamara Gorro tenía, hasta hace unos días, dos libros en el mercado. Dos obras de autoayuda. Y cuando le hicieron el tercer encargo, con una editorial diferente, pensó en ir en la misma línea… hasta que se encontró con ella no era la misma que se había puesto delante de ese temido folio en blanco para intentar echar una mano a sus lectores.
‘Entre sentimientos’ es diferente a sus otros dos libros. Y no porque lo digamos nosotras, sino porque lo reconoce ella misma: «Sale así, sin intención alguna. Cuando me dieron esta tercera oportunidad, cambiando de editorial (HarperCollins), iba a ir en la misma línea de los anteriores, de autoayuda. Contando mis experiencias y sintiéndome identificada. Cuando me pongo a escribir, estaba pasando un momento personal bastante complicado. Y digo: ‘Yo no estoy preparada para ayudar a nadie ahora. ¿Cómo voy a ayudar al que tengo enfrente si estoy yo fatal? Es inviable’. Hablé con la editorial y les dije que no era capaz de hacer algo así, porque sería como engañar al lector y contar algo superficial».
¿Cómo voy a ayudar al que tengo enfrente si estoy yo fatal?»
Y salió bien. Quizás porque ella se liberó. Se dejó llevar. Quiso ser, para sí misma, ese apoyo que muchas veces echamos de menos al lado (en multitud de ocasiones, porque no abrimos suficiente los ojos o, al menos, no miramos en la dirección adecuada): «Me olvidé de que estaba escribiendo un libro y me quise, entre comillas, curar, ayudar a mí misma. Empecé a plasmar lo que se ve en el libro. Lo cerré, terminé, se lo di a la editorial, lo realizaron y a una persona le ayudó muchísimo y me dijo: ‘Tamara, el libro se va a quedar así’. Me ayudó a encontrar la solución a mi problema, y gracias a mi libro, tuvo el 90% del camino blanco en ese momento complicado que estaba pasando».
El gran paso de la aceptación
Tamara tiene muy claro que, el primer paso para salir de uno de esos baches que nos pone la vida, es sacar fuera eso que se nos ha quedado trabado: «Muchas veces, cuando estás pasando por un mal momento, no se lo quieres contar a nadie: por no preocupar, por no ser pesada… Y dices: ‘¿Quién me ayuda a mí si yo estoy para todo el mundo?’. Hay que hablar de ello, del problema. Yo no soy psicóloga ni ninguna profesional de ello, pero sí he estado en terapias y me hacían hablar y sacarlo todo. Eso es lo que he hecho en el libro: plasmar nuestro problema, pero también sacar la solución. Sacar de lo negativo lo bonito y lo positivo».
«Eso que se dice de ‘yo a un psicólogo no, yo a un psiquiatra no’, yo siempre he dicho que a mí no me llevaron a un psiquiatra porque estaba medicada con el proceso de Shaila. Yo hubiese ido, pero por la medicación no me dejaron. Son especialistas a los que tenemos que acudir y, sobre todo, cuando terminas ese proceso, empatizas con la gente», explica Gorro, que pone en valor cuánto puede una empatizar con alguien que ha atravesado una experiencia similar: «Soy una persona, aparte de hipocondriaca, que empatizo hasta con un gato que está caminando cuando hace frío. Incluso con esa persona que está todo el día sonriendo y me digo: ‘Así era yo. Sonreía, sonreía y estaba hecha una mierda’. Ahora no. He aprendido que, cuando tengo que sonreír, sonrío; y cuando estoy mal, digo que estoy mal, porque es la realidad por la que pasamos todos.
He aprendido que, cuando tengo que sonreír, sonrío; y cuando estoy mal, digo que estoy mal»
Porque Tamara se muestra ante esa comunidad de casi un millón ochocientos mil ‘followers’ de Instagram con naturalidad. Sin maquillar cómo se siente en cada momento, porque, como ella misma dice, hacerlo de otra manera sería engañar no a quienes la tienen como ídolo, sino a ella misma. «En Instagram me muestro así, como soy, porque me estaría engañando a mí misma si lo hiciera de otra manera. La gente, a día de hoy me siguen diciendo que mi vida es idílica. No es verdad. Ahora bien, que yo tenga una gran suerte de tener a mi familia con salud, a una familia unida, económicamente podemos descansar… Eso es una fortuna».
Eso sí, hace una pequeña acotación: «Ahora bien, si vamos a esa parte de idílico como todo el día feliz, todo el día sonriendo… ¡Qué va! Todo el mundo tiene días malos, y quien diga que no, miente. Las vidas idílicas no existen. Las redes sociales han llegado para quedarse, pero son muy peligrosas. Es completamente lícito que tú solo quieras mostrar la parte buena, pero tampoco hay que vender que todo es bueno o todo es malo».
Ahora, se encuentra en un momento dulce. «Como me importa un carajo ya, lo recuerdo, pero solo para que me dé aprendizaje y fuerza», dice de esa espinita que se sacó cuando le puso el punto y final a ‘Entre sentimientos’. Instalada ya de vuelta en la capital, atraviesa un momento tranquilo, con la salvedad del respeto que a todos nos da la pandemia: «En Madrid estoy encantada, tengo a mi gente, mis hijos están adaptados. A mí lo que me importa es que mi marido y mis hijos sean felices. Entonces, como ellos lo son, yo lo soy».
Ezequiel se ha ido por la puerta grande y con el cariño de todos los valencianos»
Ella no evita hablar de nada. Nunca. Así que tampoco lo hace al preguntarle por esa salida agridulce de Ezequiel Garay, su marido, del Valencia. Pero también nos ofrece el mejor recuerdo de todos los que se lleva de los cuatro años en la capital del Turia: «La salida de Ezequiel del Valencia fue muy desagradable. Pero no solo para nosotros, sino para el valencianismo en general. Ezequiel se ha ido por la puerta grande y con el cariño de todos los valencianos. Valencia es nuestra casa. Allí nació mi hijo. Es valenciano porque quisimos que fuera valenciano».
Creadora de contenido
Y más allá de las letras y el ciberuniverso, ¿hay vida laboral para ella? La hay. Hace unos días comenzó a colaborar en Telemadrid, al lado de Inés Ballester, en el magacín ‘Está pasando’. Revela que es una mujer a la que la televisión le «apasiona», pero que no todo vale… Lo explica: «Tienes que encajar en un formato y te tiene que encajar a ti también. Y esos cócteles son difíciles. Cada vez que hay algo que a mí me encaja, yo llamo. No pienses que yo soy de las que espera la llamada en casa, ni que yo fuera una diva que me tuvieran que llamar. ¡Que va! Yo llamo y les digo que me encanta un formato y ellos me contestan si les encajo o no. Con toda la confianza y el buen rollo que tengo con todos.
Si no, siempre le quedará ese TikTok que no le apasiona menos que la tele. Porque se considera una «creadora de contenidos«. Señala que «a lo mejor no causo gracia, pero a mí me gusta y me entretiene, que es por lo que hay que hacer las cosas». Nos lo dice justo después de pronunciar unas palabras que nos chocan: que ella no sabe bailar. ¡Quién lo diría! Por lo menos, la mismísima Jennifer Lopez estuvo encantada con su imitación. Llegó a escribirla. Así que, entre risas, Tamara no descarta hacer una gira con ella y ampliar sus horizontes.
Y estamos todos invitados a acompañarla. Como en la lectura y reflexión a la que nos ha llevado ‘Entre sentimientos’. Ella regala una última enseñanza antes de colgar el teléfono, de las que distinguen a unos personajes de otros de entre todos los que forman parte del imaginario de nuestro medio: «Soy de las que piensa que me respetáis bastante, pero también entiendo que no siempre tienen que escribir lo que a ti te gusta, porque también vende lo malo. Aún así, lo respeto».
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