No hay duda de que estamos viviendo una época de incertidubre sin precedentes. El miedo a lo que pasará, el vértigo que sentimos en esta «nueva normalidad» y el adiós a muchos planes y proyectos de futuro hacen que el estrés, la ansiedad y los sentimientos que nos mantienenen vela por las noches no hagan más que proliferarse. El ejercicio de parar y ser resilientes con nosotros mismos es más importante que nunca: la resiliencia es la capacidad de las personas para enfrentarse a las adversidades y aceptarlas, buscando soluciones y nuevos caminos para salir fortalecidos de ellas. Tal y como indican las autoras de ‘Resilencia. Recursos para superar las adversidades’, Gloria Hussmann y Graciela Chiale, «Hay personas que tienen una actitud resiliente natural; a otras, en cambio, les resulta más difícil sobreponerse. Cuando la resiliencia no es una condición innata puede conquistarse», explican.
Es más, conseguir estar en paz con uno mismo sin caer en control excesivo de lo que está ocurriendo y aceptar el desenlace final sin obsesionarse es una tarea que no siempre resulta fácil. Seas o no resiliente. Querer controlar (y no poder) lo que va a ocurrir no solo es imposible en ocasiones, sino poco saludable. La incertidumbre, el miedo al futuro… si se convierte en un sinvivir es hora de planificar tu vida. Aunque es normal querer tener cierto control sobre las situaciones, muchas veces este acto más que acercarnos a la tranquilidad, lo que hace es alejarnos y colocarnos en un punto de inseguridad del que es difícil salir.
Tal y como afirman desde la aplicación de meditación Petit BamBou, el control tiene sus raíces en el miedo. Es decir, intentamos controlar las cosas porque tenemos miedo de lo que pueda pasar si no lo hacemos y el riesgo frente a esa actitud es que todo puede derrumbarse ante el menor imprevisto. Sin embargo, “es bueno tener cierto grado de exigencia con uno mismo, pero si ello desemboca en un sentimiento constante de insatisfacción, es que tenemos que aprender a ‘aflojar’ y aceptar que hay cosas que no podemos controlar”, nos explica la experta en mindfulness Ananda Ceballos.
Por eso la resiliencia es importante en cualquier aspecto de nuestra vida, pero sin llegar a resignarnos: “Aceptar nos permite dejar de estar en conflicto con el mundo y con nosotros mismos, mientras que la resignación conduce a actitudes de rechazo que no nos traen ni serenidad ni felicidad. Tras la resignación suele esconderse un ‘no’, una forma de victimización. Detrás de la aceptación hay un ‘sí’ a la vida, incluso a aquello que no podemos cambiar. Cuando nos resignamos nos cerramos. Cuando aceptamos consentimos serenamente, nos abrimos a las cosas tal y como son”, afirma la experta.
¿Qué hacer para solucionarlo? Fluir
Puede parecer una solucion algo utópica, pero es la más realista a largo plazo, «aprender a fluir es admitir que todo está cambiando, es salir de la trampa de la atractiva ilusión del control, cuestionar las propias creencias y estar dispuesto a aceptar que hay cosas que no podemos cambiar”, apunta. Convivir con la cereteza de que estamos en una sociedad cambiante y por tanto, nuestras vidas también sufren alteraciones es esencial. Y por supuesto, una buena forma de llegar a este punto es a través de la meditación. «La meditación nos enseña a ser ‘acróbatas del instante presente’, a hacer eterno cada momento, a saborear la vida exactamente en el sitio en el que nos encontramos», algo que según la experta puede ser clave a la hora de aforntar lo que vendrá con paciencia y sobre todo, calma y aceptación.
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