Año 1942, 29 de julio, hotel Ritz. Los condes de Montarco comparten cena y mesa con una embarazadísima Sonsoles de Icaza y su marido, Francisco de Paula Díez de Rivera –marqueses de Llanzol-. Aunque en ese momento no lo saben, será justo un mes después del encuentro cuando la marquesa dé a luz la criatura que espera. Lo que sí saben todos los presentes es que la niña que va a nacer no es hija del marqués.
María Sonsoles de Icaza y de León nació en una familia de intelectuales bien posicionada que empezó a pasar apuros económicos cuando su padre, el poeta y embajador mexicano Francisco Asís de Icaza y Beña, murió. Con el objetivo de preservar el estatus familiar, acordaron matrimonios ventajosos para los distintos hijos. Es así como el 12 de febrero de 1936, con 21 años, Sonsoles de Icaza se casa con el hombre que, en principio, estaba destinado a desposar a una de sus hermanas, pero que acabó cayendo rendido ante su belleza. Se trata de Francisco de Paula Díez de Rivera y Casares, marqués de Llanzol, 24 años mayor que ella.
Sonsoles nunca se enamoró del marqués. Ni siquiera había experimentado qué era eso del amor, hasta que una noche, en una fiesta de la alta sociedad organizada por la embajada de Suecia, su mirada se cruzó con la mirada azul de Ramón Serrano Suñer, ministro de Asuntos Exteriores de la España de Franco, que acudió sin la compañía de su esposa, Zita Polo, hermana de la mujer del generalísimo.
La noche que el régimen puso los ojos en la musa de Balenciaga
Sonsoles medía 1,75, era estilosa y espigada, un tanto frívola y caprichosa. Decía Elio Berhanver que “cuando caminaba por la Gran Vía, las mujeres se giraban”. En sus grandes apariciones en sociedad solía vestir de Balenciaga -del que se hizo amiga cuando ella le pidió un significativo descuento en un vestido al que él se negó abiertamente- y terminó por convertirse en su musa (y dueña de más de 400 diseños suyos).
Por eso no es de extrañar que aquella noche, en el cóctel de la embajada de Suecia, el recién nombrado ministro que apareció con un esmoquin negro se encontrara con una magnética Sonsoles, envuelta en un diseño de gasa azul noche -obra, por supuesto, de Cristóbal Balenciaga- con un imponente escote que desviaba la mirada de su avanzado estado de gestación (estaba embarazada de 8 meses; el tercer hijo en 4 años de matrimonio con el marqués). Cuentan que Sonsoles hizo lo que tenía por costumbre hacer: esperar a que se le acercaran. No hubo prácticamente intercambio de palabras entre ellos y, sin embargo, aquella noche, entre gestos de insinuación y miradas, nació una escandalosa historia de amor que se llevó por delante el destino de varias generaciones.
Carmen Díez de Rivera, una niña marcada por la desdicha
Un año después de aquel encuentro fortuito, Sonsoles supo que estaba embarazada de Ramón Serrano Suñer. Su amor irrefrenable, casi adolescente, era ya vox populi y tanto el marqués de Llanzol -que acabó reconociendo a la hija que nacería de aquella relación adúltera y dándole sus apellidos- como Zita Polo, decidieron mirar para otro lado (no sin antes costarle el puesto al ministro por mediación de la mujer de Franco).
Tanto fue así que, incluso, ambos matrimonios mantuvieron las formas y una relación relativamente estrecha y cordial -conducta propia de la alta sociedad de la época, más preocupada por el escaparatismo que por el interior y férrea defensora de lavar los trapos sucios en casa-, llegando al punto de irse juntos de vacaciones y creando fuertes vínculos entre los hijos de ambos matrimonios.
Dos décadas, prácticamente, de amor prohibido y permitido a partes iguales. Dos décadas de escondrijos a medias, de matrimonio oficial y pareja real, de celos, engaños y cuchicheos, del generoso sobrenombre de ‘Jamón Serrano’ para él -por lo apuesto- y ‘Sonsoles de Icaza y pesca’ para ella. Dos décadas que quedaron sajadas en el preciso instante en el que Carmen Díez de Rivera, esa hija no reconocida de Ramón Serrano Suñer y Sonsoles de Icaza, con 17 años, anunció su compromiso con Rolo Serrano Polo, compañero de juegos de la infancia que había terminado por convertirse en su verdadero amor y que resultaba ser, en realidad, su hermanastro.
Si quieres saber cómo sigue la historia de amor incestuoso, escucha el podcast de WomenNOW Carmen Díez de Rivera, la “aristócrata rebelde” clave en la Transición. en el enlace que encontrarás abajo.
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