Costa Careyes, la exclusiva joya del Pacífico mexicano donde se refugian Luis Miguel, Cindy Crawford y Salma Hayek

Recuerdo una cena, a las cuatro de la madrugada, sentado en un restaurante frente a Stevie Wonder, cogidos de las manos, mientras dábamos gracias a Dios por ese momento tan bello”. Giorgio Brignone (París, 1953) rememora con cariño aquella visita del cantante estadounidense, hace más de 15 años, mientras me enseña, a través de su pantalla de ordenador, a qué sabe un confinamiento con vistas al mar. El francés es hijo de Gian Franco Brignone (Turín, 1926), el hombre que a finales de los sesenta construyó en la costa del Pacífico mexicano uno de los destinos más desconocidos y exclusivos del mundo: Costa Careyes. “Después de las protestas de los estudiantes de mayo de 1968, mi padre consideró que Europa ya era demasiado comunista y quiso alejarse de aquella burocracia infernal”, me cuenta Giorgio por videollamada. El que fuera propietario de un banco en París, que luego se expandió a la industria de la vivienda de lujo, llegó a México seducido por las historias de su amigo, el acaudalado empresario bolivariano Antenor Patiño —hijo de Simón Patiño, el rey del estaño—. Fue Patiño quien le habló de los terrenos, 12 kilómetros de costa para ser exactos, que Brignone adquirió tras enamorarse de aquellas vistas durante un vuelo en avioneta. La década de los sesenta llegaba a su final y el francés se fijó un objetivo: “Crear la comunidad del futuro”, me cuenta hoy su hijo. “Era la época en la que el Aga Khan IV estaba construyendo en Cerdeña el complejo de Costa Esmeralda. A mi padre le gustó el concepto y decidió replicarlo”. El plan del parisino, ideado en colaboración con el arquitecto italiano Alberto Mazzoni, consistía en crear una comunidad exclusiva y atractiva para el público europeo, con una arquitectura particular y sin renunciar a la defensa del ecosistema de la zona.

Entre los primeros compradores se encontraban el conde italiano Gregorio Rossi di Montelera, heredero de la fortuna de Martini & Rossi; la familia Firmenich, propietarios de la famosa compañía perfumista suiza; o Paul Matisse, nieto del pintor Henri Matisse. A esta selecta comunidad se unirían más adelante el empresario James Goldsmith o el diseñador Egon Von Fürstenberg, esposo de Diane y fallecido en 2004. “Sus hijos, Alexander y Tatiana, venían mucho de pequeños, pero tras la muerte del padre la casa se vendió. Aun así, la familia sigue viniendo. Diane, de hecho, estuvo hace poquito con su [segundo] marido, Barry Diller”. El vínculo de los Brignone y los Von Fürstenberg ha trascendido a Careyes, ya que el sobrino de Giorgio, Rocco Brignone, es novio de Talita von Fürstenberg, nieta del diseñador.


Giovanni Agnelli, fundador de Fiat, era uno de los inversores potenciales. Pero la primera vez que vino un animal mordió a su sobrinita, se asustó y finalmente no compró. Mi padre estaba totalmente desesperado porque asociarse con Agnelli era como hacerlo con Rockefeller. Agnelli quería construir 20 hoteles, tres canchas de golf y dos marinas. Si hubiésemos hecho eso, Careyes no sería lo que es ahora”, continúa Brignone. A diferencia de otros complejos turísticos, Careyes carece de los clásicos hoteles all inclusive. De hecho, la única oportunidad para alojarse en este paraíso es alquilar alguna de las casas de los propietarios cuando los residentes se encuentran de viaje. Con un total de 700 habitaciones, la familia Brignone completa su cometido con estrictas leyes de densidad: “Si tuviésemos todo Careyes lleno y todo el plan maestro cumplido, la ocupación sobre el terreno sería del siete por ciento. El resto es, y siempre será, vegetación”. De entre todas sus construcciones, puede que el Palacio de Oriente y el de Occidente sean dos de las más atractivas y emblemáticas, con sendas piscinas infinitas de 360 grados. Aunque, sin duda, la primera vez que uno visita este lugar nada causa tanto impacto como La Copa, un monumento que Gian Franco construyó coincidiendo con su 80o cumpleaños, con la idea de ser contemplado desde la gruta donde él se piensa enterrar. Su destino hoy está más relacionado con el wellness y las celebraciones familiares. “Mi hermano Filippo [padre de Rocco] se casó allí —en segundas nupcias— en 2018”, recuerda Giorgio.

Desde Mi Ojo, la primera casa que Gian Franco construyó en Careyes en 1975, el heredero de este paraíso mexicano me detalla alguno de los puntos básicos del manifiesto original. “Las casas no tienen ni un ángulo, todo es redondo. Cuentan con la sensualidad europea pero tienen todos los elementos de la arquitectura mexicana, como los techos de palma, los colores y todo el trabajo artesanal de martelinado que encontramos en los suelos. Es una arquitectura que se integra perfectamente en la naturaleza, que aprovecha los vientos cruzados para ventilar la edificación, por lo que no se necesita aire acondicionado ni cristales en las ventanas. Tenemos un reglamento de construcción y un comité de arquitectura que revisa los planos de cada nueva construcción y verifica, durante el proceso, que estos se respeten”.


Costa Careyes es un oasis situado en Costalegre y resguardado por la selva de Cuitzmala, cuyo aeropuerto más cercano se encuentra a más de una hora por carretera. Quizá sea esa clandestinidad lo que hace de este destino uno de los favoritos de las celebridades, quienes eligen mimetizarse entre los residentes de este rincón para descansar. “Luis Miguel, que viene una o dos veces al año, es una persona muy linda. Empezó a venir desde que tenía 20 años y todos seguimos su crecimiento. Le gusta mucho porque aquí se siente en paz”, comenta Brignone, quien también me confiesa haber hecho muy buenas migas con el actor Richard Gere. “A los famosos les encanta Careyes porque se quedan en la casa y salen poco”, añade sobre un enclave visitado, entre otros, por la cantante Barbra Streisand, el actor Robert De Niro, modelos como Cindy Crawford o Naomi Campbell, la actriz Salma Hayek o el piloto de Fórmula 1 Lewis Hamilton.

Pero Hollywood no es el único gremio que siente predilección por Careyes. Gracias a la fundación homónima, creada en 2012 por otro de los herederos del imperio, Filippo Brignone, este paraíso terrenal atrae a numerosos artistas y amantes de la naturaleza. Desde que en 1983 inauguraran el Centro de Protección y Conservación de Tortugas Marinas, la organización ha puesto en marcha programas de educación, ciclismo recreativo, música, artes contemporáneas, cine y educación ambiental, entre otras iniciativas.

En definitiva, un destino desconocido para muchos en el que el sound healing —una terapia alternativa en la que se utilizan sonidos como tratamiento— se postula como trending topic, donde se celebra, entre otras cosas, el festival de Ondalinda —la versión mexicana del Burning Man— y donde, gracias a Giorgio, cuentan con un club privado de polo. Con semejante propuesta, ¿quién no querría viajar a Careyes?


Fuente: Leer Artículo Completo