La princesa Ekaterina ha reaparecido este viernes en el palacio de Herrenhausen, en Hannover, junto a su marido Ernesto Augusto Jr. de Hannover con el look perfecto para el verano y para el acontecimiento: bautizar a un nuevo tipo de rosa a la que ha llamado ‘Reina María’. Para asistir al curioso bautismo, la heredera rusa ha elegido un vestido blanco largo abotonado con estampado de flores azules, manga corta abullonada, escote en ‘V’, y no ha necesitado mucho más para un estilismo ideal aunque los complementos son también reseñables.
Ekaterina Malysheva ha optado por unas gafas de sol cat eye, un bolso de rafia negro de mano con asa de ámbar y unas minimalistas sandalias de tiras, además de unas joyas importantes a la vez que discretas -desde los pendientes de aro con perla a los originales anillos-.
Todo, para una ocasión destacada y no precisamente por el bautismo de la rosa sino porque esta es la primera vez que Ekaterina y Ernesto Augusto Jr de Hannover protagonizan un acto público después del escándalo en el que se ha visto envuelto el padre del príncipe, Ernesto de Hannover. Los medios locales han subrayado el semblante serio del heredero de Hannover (aparte de una melena algo más larga de lo habitual), algo que no es raro dadas las circunstancias a pesar de las conocidas desavenencias entre padre e hijo.
Ernesto de Hannover, aún marido oficial (aunque llevan una década separados) de la princesa Carolina de Mónaco y bisnieto del último emperador alemán, fue ingresado hace una semana en un centro psiquiátrico después de amenazar y golpear a dos policías a los que supuestamente había llamado dese su cabaña de caza en Grünau para pedir ayuda porque alguien estaba tratando de matarlo, versión que negó el propio príncipe argumentando que llamó a emergencias porque sufría una hipoglucemia. A su auxilio acudieron, según su testimonio, dos agentes que “creo que estaban borrachos. Luego me encadenaron a una ambulancia y no me dejaron salir en cinco horas”.
Los desencuentros en la casa Hannover son más que sabidos y evidenciados en público. Entre otras cosas, Ernesto Augusto Jr. de Hannover y Ekaterina pusieron a su hijo Welf August y no Ernest August como ha marcado la tradición de los Hannover durante cinco generaciones después de que su abuelo se negara a reconocer al niño como heredero de la la Casa Güefa, la casa real más importante de Alemania. Su bautizo se celebró en el castillo de Marienburg, sede de la casa Hannover y otro de los motivos de su particular guerra.
Después de la boda del príncipe Ernesto Augusto Jr. con la modelo y diseñadora, a la que Ernesto de Hannover no acudió, el príncipe le pidió a su hijo que le devolviera el castillo y las demás propiedades que le había donado en 2004. El aristócrata dudaba de las intenciones de su nuera y quería impedir que el patrimonio de los Hannover acabara en manos de la familia rusa de Ekaterina. “Está en riesgo el futuro de la familia”, llegó a declarar al diario alemán Handelsblatt.
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