23 de julio de 2004, Carmina Ordóñez nos dejaba. Hoy, 16 años después, siguen sin conocerse con certeza las causas de una muerte en extrañas circunstancias, ya que sus hijos no permitieron que la autopsia se hiciera pública, salvaguardando así la imagen de su madre. Más de década y media sin ella, uno de los personajes más fascinantes de la historia del corazón de nuestro país. Tiempo insuficiente como para dejar de recordarla.
Sobre todo, porque como ella, había pocas para responder en los platós de televisión. Sin duda, ese «divinamente» con el que siempre contestaba cuando le preguntaban cómo estaba, le valió para colocarle el sobrenombre de La Divina detrás de ese Carmina que pisaba con fuerza en cada entrevista.
Podemos recordar algunos de esos momentos con los que dejaba claro que ella era la protagonista. Que llevaba las riendas. Que no había pregunta ni comentario ante el que se achantara. Por ejemplo, en este vídeo de 1998, en la televisión autonómica de Andalucía, en el que da una contestación a la aseveración de la presentadora de que ha conseguido «muy bien vivir del cuento«.
En el vídeo vemos cómo defiende a su hijo Fran con uñas y dientes. Porque si de algo estaba orgullosa en la vida, era de ellos. De los tres. De Francisco, Cayetano y Julián (este último fruto de su relación con Julián Contreras). Como dicen que una imagen vale más que mil palabras, esta instanánea de la boda del mediano de ellos con Blanca Romero, habla por sí sola.
Se sabe que, una de las imágenes que se repetía cada año, era de la verla yendo a la aldea de El Rocío en peregrinaje. Una tradición con la que su hijo Francisco cumple, de manera religiosa, cada año. Una especie de recordatorio a esas fotos que, primavera tras primavera, publicaban las revista del corazón con Carmen estrenando un vestido despampanante.
Uno de los días que Ruphert jamás recordará fue ese en el que coincidió en ‘Tómbola’ (donde ella era colaboradora habitual), y que comenzaba con mucha ilusión para el peluquero… pero que no terminó como esperaba. Aquí, una de esas broncas en las que ella sacaba su carácter, negándose a que le tocase ni un pelo.
Carmen y los hombres
Una actitud muy diferente a la que mostraba, allá por el año 1977, al lado de su marido, Francisco Rivera ‘Paquirri’, en una pequeña entrevista realizada por José María Íñigo. Carmina, muy atenta a todas y cada una de las palabras del hombre con el que se había casado cuatro años antes. Una conversación taurina en la que ella se mantenía al margen, respetando lo que decía el diestro del que se separaría en 1979.
Sin duda para ella, que fue una de las reinas de la prensa del corazón durante muchos años, el día de su boda con el torero, fue uno de los más especiales. También esa imagen forma parte de la colección de recuerdos que dejó para la historia del corazón.
Tras este fracaso sentimental, el amor tocó a su puerta de la mano de un Ernesto Neyra con quien acabó mal. Muy mal. Tan mal que ella misma confesó abiertamente que el punto y final se había debido a los malos tratos que él le infrigía. Uno de los primeros casos de violencia de género en el panorama ‘celeb’ español del que se habló en televisión. Un final que nadie sospechaba que fuese a ser de ese modo cuando ella dio la cara en televisión ante Karmele Marchante en una entrevista en la que mostró un cara muy diferente a aquella que hemos visto al lado de Paquirri.
Después de Ernesto, no hubo nadie. Tras la muerte de Carmen, alguien que la conocía muy bien como Ángela Portero, reconoció que encontró la estabilidad que no tenía en lo emocional escudándose en el trabajo: «Había renacido. Encontró una estabilidad con ese trabajo. Se sentía cómoda y lo único que le faltaba era el amor. Suena mal decirlo, pero ella necesitaba un hombre, un apoyo al lado. Y después de Ernesto Neyra no tuvo a nadie».
Una mujer que creció rodeada de hombres como Ernest Hemingway («Cuando era pequeña, Hemingway me contaba siempre que si alguien se muere, no te tienes que poner triste», llegó a decir en una ocasión) o Orson Welles. Con un carácter inconfundible y que, sin embargo, parecía tener esa necesidad de una figura masculina a su lado.
Para nosotras, Carmen siempre será aquella que pronunció la mítica frase: «A mí plin, yo soy Ordóñez Dominguín«. Más allá de bodas con toreros, de caminos a El Rocío o de golpes inesperados de una vida que terminó de manera abrupta, dejando a tres hijos muy jóvenes y absolutamente destrozados.
Fuente: Leer Artículo Completo