Carolina, la princesa de Mónaco que se resiste a dejar de ser Hannover

A estas alturas de la película ya nadie se sorprende por los escándalos de Ernesto de Hannover, pero sí sigue extrañando que Carolina de Mónaco continúe casada con un hombre como él.

Hay que reconocer que la última polémica protagonizada por el aristócrata alemán es de las graves. Tras enfrentarse a los agentes de la policía austriaca que la semana pasada acudieron a su domicilio después de que el príncipe denunciara que alguien intentaba matarlo, Ernesto de Hannover acabó ingresado en el departamento de psiquiatría de una clínica de aquel país. Un incidente que recuerda al que tuvo lugar en 1998 cuando golpeó a un fotógrafo con su paraguas o a la paliza que en 2000 le propinó al dueño de una discoteca de Kenia, y que tampoco esta vez parece que vaya a costarle su matrimonio con la princesa Carolina. Al menos, formalmente, porque en realidad su relación lleva rota más de diez años.

En junio de 2009, poco antes de que la revista Bunte publicara unas fotografías de Ernesto de Hannover con otra mujer y la princesa Carolina decidiera separarse de él, la pareja apareció junta por última vez en un evento en Montecarlo y ya no ha vuelto a coincidir más en público. Que se sepa, ni siquiera la fiesta de puesta de largo en 2017 de la hija que tienen en común, Alexandra de Hannover, ha logrado reunir a la expareja, que a pesar de todas sus diferencias sigue resistiéndose a tramitar su divorcio.

Es a la hermana mayor de Alberto de Mónaco a quien se achaca la voluntad de seguir casada.

Según la versión más extendida, Carolina de Mónaco no quiere perder el tratamiento de Su Alteza Real la Princesa de Hannover, de mayor rango que el que le corresponde como hija de Raniero III. Su condición de consorte del jefe de la Casa de Hannover, la dinastía reinante en Reino Unido hasta la muerte de la reina Victoria, le dejó la puerta abierta en la corte europea cuando en 2005 pasó de ser la hija del Príncipe de Mónaco a ser solo su hermana, y de ahí que según muchos Carolina de Mónaco haya dejado pasar todas las oportunidades que se le han presentado a lo largo de la última década –y han sido muchas– para hablar mal del que todavía es su marido. Cuando ha podido, la princesa Carolina incluso le ha echado un cable para salvar su reputación, como sucedió en 2010 cuando accedió a testificar a favor de Ernesto de Hannover en el juicio por la agresión al dueño de la discoteca de Kenia: mientras que este acusaba al príncipe de haberle pegado con un puño de hierro, Carolina de Mónaco aseguró que su marido solo le dio dos guantazos. “Uno por la música, y otro por las luces”, le dijo al juez.

Quizás eso mismo explique que, mientras que Ernesto de Hannover ha mantenido relaciones con varias mujeres en los últimos años, a ella no se le haya conocido ninguna otra desde su separación. Es como si la princesa Carolina quisiera compensar los escándalos de él con una virtud de santa, hasta tal punto que se podría pensar que si se separó de Hannover fue solo porque su estoico aguante en momentos difíciles como el que tuvo lugar en la boda de los príncipes de Asturias solo acentuaba las faltas del pretendiente al trono de Hannover, descendiente de una de las casas más antiguas de Europa.

La alta nobleza alemana, reacia en un primero a aceptar en su seno a una mujer aparentemente tan frívola como la hija de Grace Kelly, la respeta y admira ahora por esa discrección y sigue considerándola una de los suyos, recibiéndola en sus castillos como la princesa que en otras circunstancias históricas habría sido reina consorte de Hannover.

Pero es algo más que untítulo lo que pondría en riesgo la princesa Carolina si se divorciara de su todavía marido. Jefe de la Casa de Hannover desde la muerte de su padre en 1987, el príncipe Ernesto controla un patrimonio estimado en 350 millones de euros del que podría acabar responsabilizándose su esposa si, a raíz de sus sucesivos ingresos hospitalarios, el príncipe Ernesto fuera inhabilitado y la justicia nombrara a Carolina de Mónaco como su tutora. Es lo que la prensa alemana aseguró que podría ocurrir cuando, en 2018, Ernesto de Hannover ingresó en una clínica tras una de sus borracheras.

Sea o no el caso, la princesa Carolina siempre ha velado por los intereses de la Casa de Hannover, que son también los de su hija Alejandra. Así, en su día la revista Bunte publicó que Carolina de Mónaco había estado detrás de la operación que le arrebató a Ernesto de Hannover la presidencia de la fundación que gestiona las propiedades de los Hannover para cedérsela a su hijo mayor, el príncipe heredero Ernesto Augusto Jr. Comenzaba así una batalla entre padre e hijo que aún no ha llegado a su final y en la que, según las mismas informaciones, Carolina no dudó en posicionarse a favor del segundo.

A sus 37 años, el futuro jefe de la Casa de Hannover es un hombre bastante más responsable y cabal que su padre para administrar la fortuna familiar y la reputación del apellido que la princesa monegasca parece haber elegido que la acompañe hasta el final de sus días.

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