"Don Manuel pudo meter la pata, pero nunca la mano", dijo Juan Juncal, alcalde de Ferrol el 25 de febrero de 2006, día en que Manuel Fraga Iribarne cedía el testigo como líder del PP gallego a Alberto Núñez Feijóo, que acaba de igualar a su mentor al conseguir su cuarta mayoría absoluta en las elecciones gallegas. El piropo de Juncal, queriendo ser un elogio, fue sin duda el más ambigüo porque el resto de compañeros del PP no escatimaron ni una alabanza al hombre que, a regañadientes, dejaba la presidencia del partido a los 83 años de edad, tras perder la presidencia de la Xunta de Galicia ante los socialistas y habiéndose convertido en objeto de polémicas por declaraciones como las que hacía sobre las bodas gay: "El matrimonio homosexual agravaría el problema demográfico de España".
Estaba claro que era la hora de la retirada, pero aún le quedaría un último reto político: ser senador en Madrid, ciudad en la que falleció un 15 de enero de 2012. Fue en aquel funeral donde se hizo un retrato y una predicción de lo que iba a ser el partido que él mismo fundó. Mariano Rajoy, entonces presidente del Gobierno, no acudió a la capilla ardiente. En su lugar, María Dolores de Cospedal encabezó la comitiva en representación del Gobierno,. Quien sí acudió, por su cuenta, fue José María Aznar que se deshizo en elogios para darle el último adiós al hombre del que todos destacaron su papel como padre de la Constitución. Incluídos Alfredo Pérez Rubalcaba y José Blanco, los socialistas encargados de representar a su partido en esa despedida a la que José Luis Rodríguez Zapatero solo hizo acto de presencia mediante un telegrama mientras que los reyes, Juan Carlos y Sofía, acompañados de la Infanta Elena sí acudieron a presentar sus respetos a la familia.
En 2020, no queda ninguno de ellos en primera línea de la arena política –ni siquiera el rey emérito, en graves apuros por el caso Corinna–, a excepción de Feijóo que poco después de ese entierro ganó sus primeras elecciones en Galicia y muy emocionado declaró: ""Sin Fraga esto no sería posible". Pero tampoco su valedor está ya, ni en sus agradecimientos. Y no es lo único que ha borrado de sus discursos el nuevo presidente de Galicia que para esta campaña electoral prescindió también de las siglas de su partido.
Distancias con el PP y la memoria
Entre las razones por las que Feijoó ha marcado distancias con el PP está aquel elogio de Juncal a la honradez material de Fraga. Don Manuel, como lo llamaban en su partido, murió antes de que estallará el Caso Bárcenas, aunque su apellido acabó viéndose salpicado: un sobrino suyo, Luis Fraga, reconoció en sede judicial haber pagado a los miembros de la trama Gürtel con dinero de la caja B del PP. "Los partidos no son corruptos, lo son las personas, es a quien hay que juzgar", repetía él queriendo salvarguardar a un partido que el juez Eloy Velasco que instruye la trama Púnica calificó de organización criminal.
Otra de las razones por las que Feijóo se ha "independizado" al menos en parte de formación es la deriva ideológica que ha tomado su partido. Aunque a él se le vio como heredero de Rajoy, el salto a la primera línea de Pablo Casado ha estado marcado por vaivenes que no son del agrado ni del estilo del gallego, que ha llegado a enfrentarse con la portavoz Cayetana Álvarez de Toledo. Por ejemplo, cuando le afeó haber llamado "terrorista" al padre de Pablo iglesias. Casado fue primero rajoyista y luego aznarista, para más tarde girar sobre sus talones y buscar el apoyo de las gentes próximas a Rajoy: Ana Pastor entre otros, para buscar cierta moderación.
Eso nunca le ha pasado a Feijóo, a pesar de que no queda nadie en política de quienes le auparon para lanzar su carrera –Rajoy, Loyola de Palacio, Francisco Álvarez Cascos, entre otros– o haya prescindido de las siglas de su partido: él siempre ha estado del mismo lado. Por eso, aunque ya solo nombra a Fraga cuando es estrictamente necesario, saca la cara cuando pasan cosas como que el ayuntamiento de la localidad de Cedeira anunciara en mayo que iba a quitarle la calle que lleva el nombre de Don Manuel. Feijóo reaccionó diciendo que era "una equivocación", "un gravísimo error" y "un desprecio" y lo argumentó aludiendo a que Fraga fue un cargo electo que dio 16 años de servicio a Galicia. En ese caso, sí actuó Feijóo como su partido: agarrándose a los años democráticos e ignorando que el legado también lo dejó su mentor en el franquismo, motivo por el que se revisa su presencia en el nomenclator bajo el amparo de la Ley de Memoria Histórica.
Analistas como Manuel López Barreiro creen que esa manera de afrontar el pasado (ignorando la parte más oscura de su mentor) e incluso el presente (alejándose de los suyos en las cuestiones que no le convienen) son fruto del carácter de Feijóo que tiene virtudes pero también defectos. El analista lo define como "cínico" porque dice "que es capaz de defender una cosa y su contraria”, como indicó en Infolibre donde también señaló que es un tipo de líder que sólo trabaja para él. Eso explicaría que se haya convertido en el único político que sobrevive de los que acudieron al entierro de Fraga. Y ahora con su otro mentor fuera –Rajoy–, su nueva mayoría absoluta y el líder de su partido, Casado, sin resultados electorales de los que presumir es normal que no pocos dentro de su partido crean que Feijóo está preparando, ahora sí, su camino a la presidencia del partido y del país.
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