Los últimos tres años han sido para Sonsoles Ónega casi como tres décadas. Es el tiempo que ha pasado entre la publicación de su penúltima novela, ‘Después del amor’, y de la que acaba de lanzar: ‘Mil besos prohibidos’, una novela sobre el amor recuperado y el mundo post 15M. En este tiempo ha probado cosas nuevas, ha descubierto otras formas de narrar y ha cambiado de trabajo. Primero, dejamos de verla en los informativos para situarla en el terreno del magazine matinal al frente de Ya es mediodía. Ahora, un pasito más hacia el puro entretenimiento: los debates del domingo del nuevo reality de Telecinco, La Casa Fuerte, un formato en el que comparte plató con Jorge Javier Vázquez. En esta entrevista exclusiva, nos habla de todo ello y de una de esas polémicas que va con el oficio, el comentario sobre Pablo Alborán por el que le acusaron de homofobia.
‘Ya es mediodía’ es un magazine matinal diario que supone mucha exposición y entrar en los salones de muchas casas de una manera muy familiar. Cada comentario cuenta y puede tener muchas repercusiones. Como ocurrió, por ejemplo, hace unos días cuando Pablo Alborán dijo que es homosexual y tú reaccionaste a la noticia. ¿Cómo llevas esta atención?
Bien, bien, yo aprendo de todo. El comentario fue absolutamente inocente, no pensé en la repercusión. Probablemente haya sido el primer cara a cara con la relevancia que tiene todo lo que dices ahora que con la pandemia el consumo de tele ha aumentado tanto. Yo. en redes sociales, presto atención y tomo nota. Pero no suelo entrar [al debate], ¡no por falta de ganas!
Entiendo que se pudiera malinterpretar, pero es un comentario que está exento de esa homofobia encubierta de la que me han acusado. No creo que esto cuestione mi respeto total y absoluto y mi apoyo total al movimiento. Creo que lo que ha hecho Pablo Alborán ayuda a muchas personas.
También se viralizó un fragmento de entrevista con Isabel Díaz Ayuso en la que reconocía casi en un lapsus la competencia de la Comunidad de Madrid sobre las residencias durante la crisis del coronavirus.
Fue ella la que lo dijo y al otro lado de la cámara simplemente escuchamos… Llamó la atención porque llevamos demasiado tiempo escuchando otra versión. En eso consiste este trabajo, en escuchar. A veces el político te sirve en bandeja el titular sin darse cuenta. La clave, en ocasiones, es esperar a que lo subconscientes fallen.
Aquí salen todas estas horas de pasillo en el Congreso…
Llevo 12 años escuchando a estos señores [los políticos]; sé cuando están tirando de argumentario y cuando no. Conozco los códigos de la comunicación política y de su relación con los periodistas.
Tener esos reflejos es crucial cuando se trabaja con actualidad, pero también en un espacio como el debate de ‘La Casa Fuerte’. ¿Qué es lo que encuentras más difícil de esta nueva faceta profesional?
Respeto profundamente a todos mis compañeros que lo han hecho antes, que lo están haciendo, y a Jorge Javier porque no es nada fácil mantener la tensión, la atención, la diversión durante tantas horas. Es un ejercicio de profesionalidad total. Son cuatro horas de baile constante.
Es un formato muy exigente que requiere toda la experiencia y la concentración en el plató. Cada día hay que intentar encontrar el hueco, el estilo, la manera de hacerlo sin dejar de ser yo misma.
¿Qué tienen los realities que el público no se cansa de ellos?
La Casa Fuerte o cualquier otro reality permite al espectador entrar en una trama de vida real, sin guión. Yo me quedo pegada a la pantalla. Me llama mucho la atención la relación de Maite Galdeano con su hijo Cristian. Es algo muy esencial, es la vida. La relación de una madre y un hijo que no se llevaban bien y se están descubriendo en un reality.
Mi abuela, de 94 años, me decía: ‘No es una guerra pero se le parece’
Otro de tus estrenos estos días es el de ‘Mil besos prohibidos’, una nueva novela después de tres años, que habla del reencuentro entre Constanza, abogada en un bufete de renombre, y el padre Mauro, que regresa de Roma.
‘Mil besos prohibidos’ nace de una necesidad que tenía de hace mucho tiempo, sin saberlo, de contar una historia de amor difícil y, sobre todo, de amor recuperado. También de hablar de esa asignatura presente de muchos: el primer amor es un recuerdo que nos perseguirá siempre.
También has aprovechado para meter una trama más conectada con la realidad española desde la crisis de 2008
Me apetecía también situar a los personajes en el entorno que nos ha tocado vivir en los últimos años de destrucción o cuestionamiento de todo lo establecido a partir de los movimientos del 15 M. Esto nos dejó un paisaje muy distinto a lo que habíamos vivido en los últimos años, en las últimas décadas diría.
Es curioso, porque en la novela hablas de una crisis y justo se ha lanzado en medio de otra… ¿Piensas que esta vez también van a pagar los mismos?
La de 2008 fue estrictamente económica, que generó muchísimo sufrimiento en los ciudadanos, por supuesto. Pero esto es que es una cosa inédita, hace muchas generaciones que no vivíamos una pandemia. Sé que la expresión está muy manoseada, pero es la guerra de nuestra generación. Mi abuela, de 94 años, me decía: ‘No es una guerra pero se le parece’; no poder salir de casa, la muerte constante, el sufrimiento que hemos visto en los hospitales y las residencias.
La crisis es totalmente distinta pero ¿quién la va a pagar? Los de siempre. No obstante, y no quiero utilizar la palabra democrática, el virus no ha entendido de clases sociales. Se ha cebado con los más vulnerables, los ancianos, y ha sido cruel, pero ninguno nos hemos sentido libres del contagio, pese a tener un seguro médico o unas condiciones sociosanitarias mejores. Si ha habido un sentimiento transversal ha sido el del miedo al contagio.
Decían que de este confinamiento saldrían muchos bebés y muchos divorcios. En tu caso, ¿el germen para otra novela?
Es probable, lo que pasa es que creo que hay que dejarlo reposar. Tengo un par de folios desordenados que no sé en qué se convertirán. No me cabe ninguna duda de que habrá literatura pero hace falta un poco de perspectiva.
Además de ‘Mil besos prohibidos’, ¿qué nos leemos en este verano raro de 2020?
Yo recomendaría ‘Feliz final’ de Isaac Rosa, me ha fascinado. Y a mí me han recomendado ‘Las armas y las letras’ de Andrés Trapiello.
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