Joe Hallenbeck (Bruce Willis) fue expulsado del servicio secreto norteamericano por enfrentarse a un poderoso policía corrupto. Ahora, convertido en detective privado, solo aspira a que la ley se cumpla. Dix (Damon Wayans) es una estrella de fútbol, caída en desgracia, desde que lo relacionaron con la droga y el juego.
No tienen nada en común, excepto Cory, una bailarina de striptease, cliente de Joe, que resulta ser la novia de dix. Cory es asesinada y los dos hombres se alían para atrapar al culpable. Detrás de todo ello, descubrirán un caso de corrupción, en el que están implicadas importantes personalidades del mundo.
Dos nombres propios
En 1991 Shane Black venía de triunfar con una historia que dio pie a tres secuelas, toda una exitosa franquicia: el guión de Arma Letal. No es de extrañar que vendiera su siguiente guión de temática parecida por más de un millón de dólares, convirtiéndose en el guión mejor pagado hasta ese momento.
Tony Scott, hermano menor de Ridley y curtido en publicidad ya había participado en algunos bombazos de taquilla –como Top Gun– y había trabajado con estrellas como Kevin Costner o el propio Tom Cruise.
Aunque luego filmó películas muy decentes como Amor a quemarropa o Marea Roja, su mejor trabajo es sin duda esta que nos ocupa, con un Bruce Willis haciendo el mismo papel que ya lo había catapultado a la fama en La Jungla de Cristal, tan sólo que esta vez vendría acompañado de un Damon Wayans que le daría una réplica cómica.
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