En 1997, Lolita Flores acudió al programa Sorpresa, sorpresa, presentado por Isabel Gemio, para, evidentemente, sorprender a una seguidora. La cantante agasajó a su fan con una canción muy sentida y especial para ella, Una espina, compuesta por su hermano Antonio Flores, fallecido hace ahora 25 años. Lolita había cantado este tema tres veces con él: dos en televisión y una ocasión en un festival contra la droga celebrado en Hellín (Albacete), unos 20 días antes de la muerte del genial cantautor el 30 de mayo de 1995 a los 33 años. Ese concierto fue la última vez que la hija mayor de Lola Flores y Antonio González El Pescaílla se subió con su hermano a un escenario. Lolita llevaba casi dos años pidiendo las imágenes a todo el mundo y aprovechaba cada aparición en televisión para lanzar su ruego. Hasta que Gemio y Giorgio Aresu, director del programa, pusieron su maquinaria a trabajar y dieron con la cinta de aquel recital benéfico.
“¿Cómo sorprender a Lolita? Cariño, Kevin Costner me ha dicho que tenía un compromiso con sus hijos y que no podía ser”, le espetó Gemio. Por las palabras de la presentadora, todo el mundo, Lolita iba a ser una de las sorprendidas. “Claro, yo lo entiendo”, respondía resignada la cantante. A los segundos, una imagen congelada de ese momento en el que Antonio Flores y Lolita se miraban a los ojos mientras interpretaban la letras de esa canción –“Tú sabes cuál es mi dolor, por favor dame calor”– fue proyectada en la pantalla del plató y en las televisiones de los millones de televidentes. Naturalmente, cuando Lolita la vio rompió a llorar. Intentó controlar su llanto desesperado y ofreció una gran reflexión: “Creo que tengo una ventaja, que no es de enorgullecerse, sobre los demás. Cada vez que me acuerdo de mi familia, tengo la dicha de poner y verlos hablando, riendo y actuando. Eso quizá me acerque a ellos. Yo voy a estar decrépita con 60 años y mi hermano de puta madre con 33”.
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Con ese fotograma tan íntimo y a la vez tan público, la audiencia recordaba la congoja que causó la desaparición de Antonio dos años antes. Aquella mañana del 30 de mayo de 1995, la sensación general en la sociedad era como si a todos se les hubiese muerto un familiar. Habían crecido con Lola y su familia y su drama ahora también era el suyo. “Lola Flores se llevó a la tumba su fuerza y por lo visto también la de su único hijo varón que, al parecer, ha preferido morir a seguir viviendo sin ella”, dijo la presentadora de los informativos de Canal Sur cuando hablaron de la noticia.
Cuatro días antes de fallecer, Antonio dio su último concierto en el pabellón Anaitasuna de Pamplona, al que acudieron 2.000 personas. “Es la primera gala desde la muerte de mi madre. Solo quiero deciros que estoy cansado, que estoy bastante falto de sueño, muy emocionado y que, aparte de dedicaros el show a todos vosotros, va dedicado a Lola Flores”, dijo Antonio. Lo más llamativo de aquel día, además de su evidente cansancio, fue el brazo izquierdo escayolado tras golpear una pared al conocer la muerte de su madre unos días antes. Como decía la canción La espina, Antonio buscaba el calor. Pero solo le abrigaba del todo el de su madre, Lola Flores.
En imágenes
El legado estético de Lola Flores en imágenes: eyeliner negro, vestidos corales y un pendiente "de los buenos"
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