“Cuando nazca tu hermana dejarás de ser el centro de atención. Ya no habrá regalos para ti sino para ella”. Así le explicaron sus padres a Woody Allen, cuando tenía ocho años, que esperaban otra hija. Lo cuenta el "afectado" en sus memorias, A propósito de nada, que llegan envueltas en polémica: la editorial Hachette canceló su publicación después de que el periodista Ronan Farrow se quejara de que el mismo sello donde él había publicado su investigación sobre abusos sexuales diera cabida al hombre a quien acusa de haber abusado de su hermana Dylan, hija como él de la ex pareja de Allen, Mia Farrrow. La justicia siempre ha liberado al director por esos cargos.
También en ese asunto, el más turbio de la vida de Allen, ha tenido un papel importante Letty Aronson, la hermana del director de Annie Hall. Pero su condición de familiar no es el único motivo por el que aparece en esta autobiografía: Aronson, licenciada en Educación Especial, es la productora de las últimas 26 películas que ha rodado el cineasta neoyorquino. Y su incorporación al historial creativo de su hermano coincide con sus problemas con los Farrow. Ella fue una de las personas que tuvo que declarar en 1993 cuando su hermano y su ex cuñada se enfrentaban en los tribunales por la custodia de sus tres hijos pequeños: Dylan, Moses y Satchel.
Como se lee en la prensa de la época, en aquel juicio Aronson explicó que un año atrás, Mia la llamó para contarle que había encontrado unas fotos de su hija Soon YI desnuda en el apartamento de Allen. En el juicio, Aronson se limitó a relatar las bondades de su hermano como padre, contando cosas como que cambiaba los horarios de sus rodaje para estar con sus hijos y que siempre fue un progenitor muy cariñoso. Los dardos a Mia Farrowlos lanzó fuera del juzgado y ante las cámaras cuando la acusó de lavarle el cerebro a sus hijos y señalaba como "extraño" que le hubiera cambiado seis veces el nombre al más pequeño de sus hijos, Satchel, único biológico que tuvo con Allen.
En ese momento, Aronson no dudó en calificar el romance de su hermano con la joven coreana adoptada por Farrow como "un error de juicio”. "Creo que era inapropiada la manera en la que ocurrió porque ella era la hija de Mia”, dijo Aronson. Cinco años después ella y dos amigos del director eran las únicas personas presentes en la boda secreta que la pareja organizó en Venecia. Y diez más tarde, Aronson compraba con total normalidad por las tiendas de lujo de la capital catalana –donde Allen rodaba Vicky, Cristina, Barcelona– acompañando a quien había pasado de ser su sobrina a ser su cuñada.
Siempre al rescate
A pesar de ser la pequeña, a Aronson siempre le ha tocado defender a Woody. Aparece poco en las hemerotecas estadounidenses, pero su presencia siempre coincide con momentos delicados de su socio y hermano, a quien los problemas para sacar adelante sus proyectos cinematográficos no le llegaron con el #MeToo sino en los años 90, cuando Farrow lo acusó por primera vez de haber abusado de su hija Dylan.
Tristar,la productora con la que Allen tenía contrato en ese momento, lo rompió unilateralmente cuando aún les quedaba una película apalabrada por acabar. En los distintos reportajes publicados esos años los directivos de la casa se niegan a reconocer que los problemas personales que tenía Allen con quienes habían sido su familiatuvieran algo que ver con el parón, pero lo cierto es que el director tuvo que buscar una salida. Ese fue el motivo de que Aronson, que llevaba diez años ejerciendo de vicepresidenta del Museo de Televisión de Radio de Nueva York, diera un giro a su carrera y se incorporara como ejecutiva en la productora Sweetland Films.La elección no es casual: la dueña de esa empresa era Jean Doumanian, otra de las mujeres clave en la carrera del director de Poderosa Afrodita.
Demanda y champán
Doumanian estaba casada con Jacqui Safra, brasileño millonario con domicilio en Ginebra y heredero de una familia judía de origen sirio-suizo que tenía varios negocios repartidos por el mundo. Le sobraba el dinero y las ganas de divertirse y su mujer, Jean, tenía experiencia en el mundo del show business pues había sido una de las primeras productoras del famoso programa Saturday Night Live.
En sus memorias, Allen explica que la conoció cuando él vivía con su segunda esposa, Luise Lasser. "Si no fuera por Luise yo jamás habría hecho caso a sus tentativas de iniciar una amistad", dice sobre el modo en que conoció a Jean, que acabaría siendo la mujer con quien ha tenido una relación de amistad más larga y más intensa. "Pasó a ser la persona más próxima de mi vida", comenta en una de esas páginas sobre la señora con la que se paseaba por Nueva York casi cada noche, con quien compartía sus penas amorosas y a quien salvó la vida en una escena que bien podría formar parte de una de sus películas. Ocurrió en el restaurante Primola, un italiano que empezó alternar esos años con su frecuentadísimo Eliane’s, donde sitúa algunas de las escenas de Manhattan. Allí, Jean se atragantó y Allen, en un alarde de rapidez y energía, le practicó la maniobra Heimlich para deleite de los presentes que vieron salir volando de la boca de Doumanian un trocito de pan. Se encargó de difundir la hazaña Giuliano Zuliani, chef del lugar.
Con Jean empieza rodando Balas sobre Broadway y Poderosa Afrodita para seguir con todos los títulos que firmó de 1994 a 2001, año en el que él la demanda porque cree que ella y su marido no le han pagado todos los derechos que le corresponden por sus películas. La primera persona que se declara en shock –en los periódicos– porque esa amistad pudiera romperse es Letty Aronson, que se encuentra en ese instante entre su hermano y su jefa. Intenta mediar para que esa colaboración continúe pues Allen no tiene con Jean cortapisas creativos ni económicos y las cintas del director no son rentables como para encontrar a un producto tan dispuesto lo estaba Jean. Pero los esfuerzos de Aronson no obtuvieron resultado.
"A pesar de mis súplicas de que intentáramos solucionar la situación, terminamos viéndonos obligados a realizar una auditoría", relata Woody Allen en su libro, donde también cuenta que a pesar de esa tirantez, Jean y él seguían saliendo juntos cada noche a beber champán. Allen pretende entonces que ese asunto lo resuelvan los abogados y que su amiga actúe como si no pasara nada. No quería mezclar el dinero con la amistad, dice, pero Jean entendió que era justamente lo que estaba haciendo cuando se encontró declarando ante un juez y afrontando una demanda millonaria interpuesta por el hombre con quien había compartido mesa, éxitos y todos sus secretos.
De ese modo, Aronson tuvo que dejar Sweetland Films y tomar las riendas de la carrera de su hermano en solitario. En esos meses, los artículos en la prensa con titulares del tipo "¿Tiene Woody Allen futuro en América?" eran corrientes y por eso Aronson acabó dando el salto a Europa, donde llevó personalmente las negociaciones con Jaume Roures y Mediapro para que Allen grabara Vicky, Cristina, Barcelona y consiguiendo financiación para rodar otras cintas en el viejo continente: Medianoche en París, por ejemplo.
Allen y las mujeres
En las páginas de A propósito de nada, sin embargo, el papel de Letty es tan discreto como el que desempeña en el plano público. La mayoría de los recuerdos que recoge Allen sobre su hermana pequeña son de infancia. Habla de que a pesar de que sus padres le anunciaron su nacimiento como la llegada de un rival, nunca tuvo con ella una discusión, ni una mala palabra y hasta que a él empezaron a interesarle las chicas, la llevó con él a todos lados. Incluso le habló de ella a Groucho Marx en algunas cartas donde el cómico le contaba que él había tenido una relación parecida con su hermano Harpo.
Aronson, viuda desde 2002 de Sidney Aronson –que había sido director en un colegio de Brooklyn toda su vida– ha desempeñado un papel parecido al de muchas de las mujeres que han rodeado la vida de Allen. Él mismo reconoce en sus memorias haber sido un niño mimado y sobreprotegido por ellas: “Me he criadoen una burbuja formada por numerosas mujeres que me adoraban, mamá, mis tías y cuatro abuelos cariñosos”. También habla ahí de su prima Rita, a quien llama "el arco iris" de su vida y la persona que lo inició en su pasión por el cine. También con Soon-Yi se coloca en el papel de asistido. A pesar de reconocerle carácter y ser la jefa, la describe como la persona que le elige la ropa, le configura el televisor y la que le cambia la cinta de tinta en la máquina de escribir, tareas para las que se define inútil.
Su hermana confirma esa incapacidad para tareas básicas, así como para las relaciones sociales, en las pocas entrevistas que ha concedido, siempre para hablar de su hermano. La misma que lleva 28 años intentado que, a pesar de sus problemas personales, Allen siga haciendo cine. La misma que abandonó un rato su discreto papel para declarar que el #MeToo estaba siendo monopolizado por su excuñada, que había organizado "una patraña" y un "linchamiento" contra Woody Allen, a quien la actriz "no perdona" que la hubiera dejado. Pero esas intervenciones son fugaces, pues Aronson vuelve enseguida al lugar en el que lleva tres décadas: los títulos de crédito de las historias que firma Allen, el protagonista de su familia, en contra de lo que sus padres aseguraron cuando nació ella, hace ya 76 años.
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