La suerte no es como la cuentan cada año en el anuncio de la Lotería de Navidad, por mucho sentimentalismo o música que le inyecten al mensaje. La suerte tiene dos caras. Como la verdad. Como el amor. Como las tostadas. Como tantas cosas buenas. Hay a quien le toca un sorteo y se va con la botella de cava a alborotar a la sucursal o se comporta como el Dioni en Brasil y quien se alegra pero también se asusta porque no quiere que el dinero, que es un animal impredecible, le cambie la vida. Luego están esos a quienes les toca siempre, pero eso no es suerte sino impunidad, que blanquean dinero tan a la vista de todos que solo falta que un año les dediquen el anuncio de Navidad.
Esa es la suerte más general. La que lo mismo vale para sorteos que para enfermedades y que se invoca de por vida entre el suspiro por que llegue y la frustración de que no lo hace. Luego está la chiripa, que es tan aleatoria como agradecida porque aparece cuando menos te lo esperas. Pero la más valiosa de todas es la baraka de los musulmanes, porque va más allá. Es bendición divina, trascendente, mística, pero que también funciona para los laicos como fortuna providencial. La baraka se posee o no se posee y no es puntual ni aleatoria ni se invoca.
Hablo con un bioquímico que trabaja investigando la vacuna del coronavirus. Me dice que con este virus no hemos tenido demasiada suerte porque posee cualidades que hacen que se transmita más, como que haya tantos asintomáticos que contagien. Otros virus son más agresivos y letales pero ellos mismos se autolimitan matando a sus víctimas y cortando así la transmisión. Yo le escucho pero, por eso de que soy, además, muy de llevar la contraria, pienso que no. El índice de letalidad no es alto; no afecta a los niños como a los adultos, lo que haría la situación infinitamente más insoportable; parece que se controla y que saldremos de esta; y debería servirnos como señal de alarma para que nos asustemos y cambiemos porque aún estamos a tiempo. No solo es que no hayamos sido desafortunados, es que creo que tenemos baraka. Otro asunto es cuánto nos dure…
David López Canales es periodista freelance colaborador de Vanity Fair y autor del libro ‘El traficante’. Puedes seguir sus historias en su Instagram y en su Twitter.
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