No es un lugar común: Isabelle d’Ornano tiene una vida de novela que bien podría servir como argumento para un biopic de éxito. Hija de conde y princesa, nació en Varsovia, creció en Madrid, estudió en Oxford, trabajó en Londres, se casó en París con otro aristócrata francés y es la cofundadora de una de las firmas cosméticas más prestigiosas del mundo, Sisley, una marca pionera en la fitocosmética desde 1976 y ahora presente en más de 100 países. Su vida ha transcurrido rodeada de nobles, políticos, banqueros, empresarios y celebridades que marcaron parte de la historia del siglo XX. Pero, a sus 82 años, sigue siendo una trabajadora incansable, una emprendedora de elegancia atemporal y nobleza vital que ha delegado en dos de sus hijos, Philippe y Christine, la gestión de la compañía, aunque sigue tomando decisiones y aportando sus conocimientos y sensibilidad a la marca que creó con su marido, Hubert d’Ornano, fallecido en 2015.
Isabelle no es una mujer común en nada, tampoco en su trato con los medios de comunicación. Aunque es poco amiga de las entrevistas, hace cinco años en París tuvo un gesto insólito: me invitó a comer en su apartamento en el histórico Quai d’Orsay y allí, sentados a la mesa, mantuvimos una conversación abierta, una de esas charlas cada vez menos frecuentes en entrevistas vigiladas por asesores de marketing a quienes hoy no escapan políticos, actrices, empresarios, modelos ni deportistas.
Ahora, desde su casa de campo de la región francesa de Berry, donde pasa el confinamiento con un impulso juvenil templado solo por los sacrificios y daños que le ha causado la vida, suena su voz cálida a través del teléfono en perfecto español. Lo aprendió en Madrid, la ciudad donde vivió su infancia, debido al cargo de embajador de Polonia que ejerció su padre, y con la que nunca ha perdido el contacto porque en ella vive su otra hija, Elisabeth, que preside la Asociación para el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad. “En Madrid viví 18 años y voy muchas veces, porque reside una de mis hijas. Y también voy a Sevilla, donde tienen casa mi cuñada y mi hermano. He estado muchas veces allí, pero el año pasado fue la primera vez que estuve durante la Semana Santa y me encantó. Adoro España y me duele mucho que lo esté pasando tan mal en estos momentos, como Francia”, puntualiza en un castellano que habla con tanta fluidez como el polaco, el inglés y el francés.
Isabelle, además de estar muy presente en La belleza compartida, el libro autobiográfico que escribió su marido en 2014, podría protagonizar una novela por la que desfilarían desde Napoleón Bonaparte hasta Jackie Kennedy Onassis (por la boda de su tío Stanislas Albrecht con Caroline Lee Bouvier, hermana de Jacqueline), de Valéry Giscard d’Estaing (su cuñado fue ministro en su Gobierno) a Jean Louis Scherrer (propietaria de la maison). La lista sería tan extensa como sorprendente, pero es momento de hablar del presente y el futuro.
Belleza para la solidaridad
Desde su fundación, Sisley está especializada en cosméticos basados en las propiedades de las plantas, utilizando sus aceites y extractos como ingredientes esenciales para el cuidado de la piel. Durante esta crisis, la firma ha donado para el personal sanitario de los hospitales franceses cinco toneladas de gel hidroalcólico, más de 100.000 mascarillas y miles de algunos de sus productos estrella para combatir la sequedad y otras reacciones en las manos y en la cara. “Es fundamental ayudar, sobre todo a gente que se entrega con tanta valentía”, concluye d’Ornano.
Mujerhoy La desescalada del confinamiento comenzará en Francia el próximo lunes 11 de mayo. ¿Con qué ánimo se ha enfrentado a esta crisis?
Isabelle d’Ornano Me vine a Berry por las elecciones municipales del 15 de marzo. Dos días antes estaba en París trabajando, estudiando la decoración de la maison Sisley que abriremos en Madrid en cuanto sea posible. Y estuve en una reunión con otras tres personas que poco después dieron positivo en coronavirus. Yo, afortunadamente, estoy muy bien. Tras las elecciones me quedé en el campo, donde ha sido más fácil. Pero pienso mucho en tanta gente con hijos que han tenido que estar en pequeños apartamentos y en lo complicado que ha debido ser para ellos.
M.H. ¿Cree que se ha actuado bien con los mayores?
I. d’Ornano Aquí en Francia, como en todo el mundo, ha faltado anticipación frente a la emergencia causada por un virus desconocido. Ha sido muy duro para todos, pero sobre todo para los mayores, que no han podido recibir visitas de ningún familiar. Además de los problemas de salud, han tenido que hacer frente también a un gran dolor psicológico. Por otra parte, es reconfortante la actitud que están teniendo los jóvenes. Estoy asombrada de lo que están haciendo por los mayores, de su solidaridad: van a sus casas a llevarles cosas, les hacen recados, hablan con ellos. Veo a la generación de los nietos con una actitud maravillosa, más cercana incluso que los hijos.
M.H. ¿Cuáles son sus mayores preocupaciones ahora?
I. d’Ornano Estoy muy preocupada por la crisis económica y por los jóvenes, que tienen que defenderse en una situación que parece que será muy adversa. El PIB francés puede caer un 10%, algo que no ha pasado nunca, ni después de la guerra. Estoy preocupada por muchos sectores que son muy importantes para Francia y España, como el turismo. Es importante acertar en las decisiones que se tomen, que vuelva el turismo, que la gente quiera volver a comprar. Y también confío en que, en esa reconstrucción, haya un cambio de mentalidad, que permanezca la solidaridad y que seamos más ecologistas.
M.H. Quizá esa nueva normalidad tarde un tiempo…
I. d’Ornano Sí, es cierto, quizá no ocurra hasta que no tengamos una vacuna. Esto nos hace ver, una vez más, que en la vida no hay que vivir el futuro, hay que vivir el presente.
M.H. ¿Han cambiado mucho sus planes?
I. d’Ornano Hay que seguir adelante; nosotros mantenemos los proyectos previstos, porque tenemos que pensar en los demás más que nunca. A mí me asombra lo que mucha gente está haciendo por los demás en esta crisis, cómo personas que han perdido sus trabajos y que, en vez de quedarse en casa, se apuntan como voluntarios a Cruz Roja. Hay muchas necesidades que cubrir en muchos frentes, porque hay gente de clase media que ahora tiene que pedir ayuda para poder resistir.
M.H. ¿Qué echa de menos?
I. d’Ornano Tengo ganas de volver al trabajo. Para mí es un motivo de orgullo y tengo aprecio a mucha gente que trabaja con nosotros desde hace años. Sé que ellos me lo tienen también a mí. Me gusta el contacto y tengo ganas de volver a ir a comer a la cafetería de la empresa dos veces por semana.
M.H. ¿Se puede ser feliz con pocas cosas, no?
I. d’Ornano La felicidad se lleva dentro. No está en el éxito, ni en el dinero ni en la belleza. Hay muchas personas con mucho éxito y mucho dinero, o con mucha belleza, que son muy infelices. La felicidad está también en la entrega a los demás.
M.H. ¿En qué nos ayuda la cosmética?
I. d’Ornano Cuidarse es importante para uno mismo, para tener una mejor visión de ti mismo. Hay que arreglarse incluso cuando estás sola. Y la cosmética tiene ese poder para vernos mejor e incrementar nuestra felicidad. Nos hace querernos un poco más. A mí me encanta leer los informes que hacen las comerciales que están, por ejemplo, en las tiendas de Sisley en los grandes almacenes, porque me llena de satisfacción saber que ayudan a la gente. A veces les hace sentir tan bien que, días después, vuelven con cajas de bombones para las vendedoras como muestra de agradecimiento. Es mágico.
M.H. ¿Cómo ha mantenido el contacto familiar? ¿Es muy tecnológica?
I. d’Ornano La verdad es que no sabía nada, pero me he vuelto una experta [Risas]. Ahora me arreglo con todo y hago varias videollamadas a la semana. Mire, el pasado domingo de Pascua mi nieta Daria organizó todo para que un sacerdote polaco amigo mío celebrase una misa y pudiéramos verlo familiares que vivimos en cuatro países. Fue un gesto precioso de mi nieta; ahí estábamos todos en una videollamada por Houseparty.
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