Allá por 2016, las insiders iniciaron un fenómeno que bebía directamente de la época de cuando las madres vestían a sus hijos igual que ellas. La diferencia radicaba, principalmente, que no era tanto llevar exactamente el mismo look, sino uno complementario. El street style de las semanas de la moda y las redes sociales se llenaron de instantáneas de influencers que se coordinaban a la hora de elegir sus estilismos e, imaginamos, también para comprarlos. Antes, en 2014, el objetivo era ir conjuntado por amor, es decir, vestir exactamente igual que tu pareja: misma ropa, mismos accesorios. Este fenómenos tiene, en realidad, su origen en la década de los 90, cuando las jóvenes estrellas de televisión coreanas decidieron poner en práctica lo que se bautizó como Keo-peul-look.
Afortunadamente, estos procesos de mimetización estilística han ido perdiendo fuelle en los últimos años y, aunque existe cierta tendencia innegable a adoptar ciertas peculiaridades estilísticas de las personas del círculo más cercano, lo habitual es cada uno trate de diferenciarse a través de la elección de su propia ropa. Sin embargo, si hay una tendencia que cobra más sentido que nunca a las puertas del verano de 2020 es la de compartir tu armario. Tan simple como cuando empezabas a salir y te intercambiabas la ropa con tus amigas, solo que esta vez lo puedes hacer también con tu madre.
© Cortesía de Mango
Camisa de lino vainilla, de Mango. COMPRAR
Hace algunas semanas hablábamos sobre los vestidos para mujeres de 30 que también llevan las de 60 y es que, en ocasiones, los ciclos de la moda coinciden con las fases vitales y cuando una deja definitivamente atrás la adolescencia recupera las ganas de compartir momentos (y ropa) con su progenitora. A esto se le suma el imperativo de apostar, cada vez más, por un consumo responsable y por las compras sensatas –como la nueva americana balloon que podrás ponerte hasta 2021–, y la sensación de que al mismo ritmo que se diluyen las fronteras estacionales lo hacen también las que delimitan ciertas piezas para unos sectores determinados de la población.
© Cortesía de Mango
Vestido midi cruzado, de Mango. COMPRAR
En realidad este fenómeno comenzó mucho antes en la pasarela con la incorporación de mujeres en la década de los 30 –Erin Wasson, Julia Stegner– y los 40 –Carolyn Murphy, Liya Kebede–, pero también en la sociedad. El auge del feminismo y la vocación de diversidad en la industria impuso nuevas reglas que dictaban el fin de un canon de belleza inamovible para dar paso a una mayor pluralidad racial y corporal.
© Cortesía de Mango
Chaqueta de tweed, de Mango. COMPRAR
En esta línea, las tiendas del circuito comercial habitual han visto clara la demanda de una sociedad que reclama, hoy más que nunca la equidad de género, el respeto al medio ambiente y la producción sostenible. Vestidos blancos que se convertirán en únicos cuando los lleves tú y también cuando se los ponga tu madre; chaquetas de tweed que han dejado atrás su fama de “ropa para señoras” para erigirse como clásicos elegantes y camisas de lino para siempre y para todas. Y no, esto no es solo el resultado de pasar largas horas en casa, sino de la certeza apremiante de que es imprescindible cambiar muchos aspectos del sistema de consumo y de nuestra vida. Hagamos que sea verdad.
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