Antes de que Ava Gardner obtuviera el título de «el animal más bello del mundo», hubo una estrella de Hollywood cuya belleza puso de acuerdo a directores, productores y fans: sin duda, era la mujer más guapa del planeta, sin posibilidad de apelación. Hedy Lamarr (Viena, 1914 – Florida, 2000) se conquistó la meca del cine con películas inolvidables como «Argel (John Cromwell, 1938), «Noche en el alma (Jacques Tourner, 1940) o la famosísima «Sansón y Dalida» (Cecil B. DeMille, 1949). Ya entonces decía cosas maravillosas, por ejemplo: «Cualquier chica puede ser glamourosa. Lo único que tienes que hacer es quedarte quiera y parecer estúpida». Su carrera no comenzó, sin embargo, en Hollywood, sino en Berlín. Aunque fue una niña de inteligencia superdotada y comenzó estudios de ingeniería a los 16 años, a los 19 dejó los libros por el cine y consiguió el papel protagonista en «Éxtasis» (1933), la primera película en la histora del cine donde aparece una mujer desnuda (ella). El director, Gustav Machaty, le prometió que las cámaras la grabarían desde lejos pero engañó a su estrella teleobjetivo mediante. Contra su voluntad, su nombre pasó a la historia ya para siempre ligada a ese desnudo.
EL éxito y la polémica que causó aquella película, condenada por el papa Pío XI, llamó la atención del empresario Friedrich Mandl, proveedor de armas de Hitler y Mussolini. Tanto se obsesionó con Hedwig Eva Maria Kiesler, (su nombre antes de Hollywood), que la obligó a casarse con él (fue el primero de sus seis maridos), hasta el punto de encerrarla en una mansión para que no escapara. Allí reanudó sus estudios de ingeniería, se puso al día de tecnología armamentísitca gracias a la documentación y libros de la bilioteca de su marido y fraguó su plan de huida. Con ayuda de su asistenta, con la que mantuvo una relación sentimental, consiguió que un coche la llevara hasta París (tuvo que salir por la ventana del baño un restaurante donde Mandl la llevó a cenar). De París pasó a Londres y allí, en un golpe de suerte, conoció a Louis B. Mayer, propietario de los estudios Metro Goldwyn Mayer (MGM) de Hollywood, con el que partió hacia el nuevo mundo (y su nieva vida).
Hedwig Eva Maria Kiesler aterrizó en Nueva York con un contrato de siete años con el más grande de los estudios de cine del momento y un nuevo nombre: Hedy Lamarr. Sin embargo, su carrera en la interpretación jamás pudo satisfacer completamente su prodigioso intelecto, razón por la cual se pasaba las noches en vela, investigando e inventando proyectos de ingeniería que, hasta hace no demasiado tiempo, se mantuvieron en la oscuridad. Un documental estrenado en 2017, «Bombshell», dirigido por Alexandra Dean y disponible en la plataforma de streaming Filmin desde el 6 de mayo, sacó a la luz los inventos de Hedy Lamarr y su contribución a la ciencia y a la derrota del ejército nazi en la II Guerra Mundial. Entre ellos destaca un sistema de detección de torpedos teledirigidos inspirados en un principio musical, que desarrolló junto a compositor George Antheil.
Además, Hedy Lamarr fue la primera en concebir una teoría del espectro ensanchado que hoy está considerada como la precursora del wifi. El ejército estadounidense mantuvo sus descubrimientos en secreto, pero los puso en práctica en la crisis de los misiles de Cuba. No dieron frutos en la ingeniería civil hasta los años 80, por suerte mientras la actriz estaba viva y pudo disfrutar del fruto de su talento intelectual. Efectivamente: si hoy estamos navegando y viendo películas en streaming se lo debemos, en parte, a ella. Por este motivo, desde el año 2005, el día del cumpleaños de Hedy Lamarr (9 de noviembre) se celebra el Día del Inventor en Austria, Suiza y Alemania, y en 2014 su nombre fue incorporado al Inventors Hall of Fame de los Estados Unidos.
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